Azul y sombra
Entretiempo
La escoria de la tarta
La cuarta novela la tenía empantanada casi dos años y en cuatro meses que he estado encerrado con ella he avanzado más que en todos esos años, de donde se trasvina que, como todo en la vida, no hay que esperar a que vengan las musas y hay que ponerse a trabajar, trabajar y trabajar. Con disciplina, orden y rutina. Con horario fijo que tienes que respetar al milímetro y ponerte tu mismo multas si te lo saltas.
Así se consigue escribir las novelas, tal y como ya hice con Azul y sombra (me tuvo cuatro años encerrado) y Entretiempo (tres años). La escoria fue mal fácil y sólo me llevo dos, supongo que porque vas adquiriendo oficio y vicio de escribir. La última que tengo en trámite (con nombre provisional), la he ido escribiendo sin orden ni concierto y por eso ha estado empantanada más de dos años. En estos cuatro meses ha avanzado una barbaridad y ya está encarrilada.
Ya tengo el encofrado y ahora queda poner los tabiques, llamar a los pintores, fontaneros y electricistas. Y poner las cortinas, es decir, esmerilar el estilo. Pero lo difícil ya está hecho. Con orden, disciplina y rutina. Si no, no hay manera. Al menos para mí. Pero ya dicen que cada maestrillo tiene su librillo y cada cual tiene su método. Todavía queda leña y tela por cortar, trabajo, orden y disciplina, pero una vez que te metes en la rutina todo es muy fácil.