Antonio F. Marín: Mentiras

20 de diciembre de 2009

Mentiras

Obama ha recogido en Oslo su Premio Nobel de la Paz y ha insistido en ‘la necesidad de las guerras justas’. Una revelación que nos ha pillado soltando palomas de la paz porque ahora resulta que eso ya lo habían dicho todos antes, mucho antes, por lo que el premio deberían repartirlo entre tantos pacifista de ‘guerra justa’ que ahora invocan empingorotados el «si vis pacem, para bellum» (si quieres la paz prepárate para la guerra). El primero Zapatero, nuestro componedor, que tras oír a su mentor se ha cuadrado en el saludo y va a enviar 300 soldados a una guerra que no existe, aunque se manifiesten contra ella.

Porque hace unos días se manifestaron en Murcia contra la guerra de Afganistán, pero resulta que allí no estamos en guerra, según el Gobierno, sino en una actividad de animación sociocultural porque las guerras sólo se hacen en Irak y las demás son de mentirijillas, como las de cartón piedra, pues los españoles estamos en una zona hortofrutícola opiácea para aunar esfuerzos y participar en festivales folclóricos. O quizás todo sea una mentira, cochina, que no tiene nada ver con otras mentiras, piadosas, que son mentiras  pero que no son mentiras, y no sé si me explico, porque a mí una vez me presentaron a una chica maravillosa que me dijo que trabajaba en «atención al cliente». Y tenía razón: era puta, según supe luego.

Así que no mentía, atendía a los clientes, aunque yo me hubiera imaginado que trabajaba en un concesionario de coches. No sé por qué siempre que me dicen «atención al cliente» me imagino que venden coches. Tampoco supe interpretar que a su jefa, la madama, la llamara «Jefa de Recursos Humanos». Son términos que sólo se estudian en la Escuela de Negocios y yo a tanto no llego.

Así que no dudé de que trabajaba vendiendo coches y no le pregunté más. Porque ella no me había mentido, aunque nunca me cuestioné porque vendía coches de madrugada en un lujoso chalé de las afueras. Me extrañó, pero como la confianza en la pareja es fundamental para la estabilidad del amor, etc., etc., no quise importunarla. ¿A ti no te parece extraño que venda coches de noche?, me preguntaban algunas de mis amigas muy redichas. Pues no, listas, porque serán coches de rallyes y esas carreras son nocturnas. Que sois muy listas.

Y yo confiaba en ella porque era sincera, no me mintió, trabajaba en ‘atención al cliente’ y además decía que era muy «amiga de sus amigos». Mucho, porque se lo hacía con todos ellos, según supe luego. Eso fue entonces, claro, porque ahora uno busca una chica que no sea tan ‘amiga de sus amigos’.

O que sea lo menos amiga posible. Y que si trabaja en ‘atención al cliente’ lo haga en un concesionario de coches, como está mandao, que uno está ya muy mayor y no le gustan mucho los nuevos inventos de los chaleses en las afueras que además te salen carísimos pues tienes que pagar el taxi para ir a recogerla. No es mucho pedir: un trabajo céntrico, vendiendo coches y que no sea muy amiga de sus amigos. Y que le guste la sinceridad. Y la paz, digo, las guerras justas.

(Columna publicada en el semanario de papel
El Mirador de Cieza)

Mobusi