Antonio F. Marín: Bocadillos x braguitas

17 de octubre de 2005

Bocadillos x braguitas

Hay algunos que se han extrañado de que en el recreo del colegio yo ofreciera mi bocadillo a cambio de que las chicas se bajaran las braguitas, según comentaba el otro día. No hay motivo para semejante zozobra porque ambos teníamos siete u ocho años, creo recordar, y era ella la que propiciaba el intercambio comercial, o sea, la que venía en el recreo y se plantaba delante de un bobalicón como yo para proponerme sus trapicheos, enjuagues y cambalaches: Si me das tu bocadillo me bajo las braguitas y te dejo que mires. ¿Mirar?...

Qué era eso tan importante que había de mirar a cambió de un bocadillo, me preguntaba yo espoleado por ese espíritu de investigación periodística que me ha animado desde muy tierna edad. Así que accedí, claro, pero por deformación profesional. Dieciocho bocadillos después y tras varias visitas al médico porque me había quedado flacucho, no tuve más remedio que ponérselo muy claro a aquella niña de mis achares y tormentos: Oye, que yo creo que eso que me enseñas no merece la pena cambiarlo por un bocadillo y

pasar hambre, porque Cecilia me lo enseña gratis, que lo sepas, le dije yo mintiendo y propiciando un invento del marketing que luego los americanos me copiaron y llamaron “dumping”.

Bueno, pues vete a ver el de Cecilia, me dijo ella muy segura de la calidad de su producto y dando muestras de lo que sería luego su meteórica carrera profesional porque creo que ahora es directiva de una multinacional. Así que no tuve más remedio que acceder a su monopolio estructural y tuve que pasar por el aro, por el bocadillo y por su bajada de braguitas porque ella no accedía a mis razonables peticiones como consumidor:

Oye, que mis amigos se lo ven gratis a sus amigas cuando juegan a médicos y no pagan bocadillo, ¿por qué no jugamos nosotros a médicos? Porque no me gusta, me dijo ella muy segura de sí misma. Es que a mí lo que me gusta es jugar a artistas de cine, me aclaró ella, así que yo voy a ser Cleopatra y tú serás mi esclavo. Y seguimos jugando a aquel juego del cine en el que yo tuve que llevarle la cartera de su casa al colegio y del colegio a su casa durante todo el curso. Cosas del “eterno femenino”. Y de la economía de mercado.

Mobusi