Suzanne Evans ha publicado el libro “Maquiavelo para mamás”, en el que defiende la aplicación de las máximas de Maquiavelo a la educación de los hijos. Aunque también las ha aplicado a su marido. «Divide y vencerás, nada se echa a perder tan rápido como la generosidad o no hay que tener reparos en mentir», son las armas que esta encantadora mujer ha empleado para educar a sus cuatro hijos. Y a su marido.
Y como es natural ha reverdecido la vieja polémica por educar así a los niños porque algunos arguyen que sería volver a los días de escuela que uno recuerda como el ricino de “la letra con sangre entra”. Lo espeluznante es que todos han polemizado porque se eduque así a los hijos pero nadie ha chistado ni aludido a la ‘educación’ de los maridos. Pobrecicos. Contáis con mi solidaridad.
La fraternidad de un solterón que ya avista la jubilación (y la residencia de ancianos) y que comprende a Miguel Ángel García Díaz, director del gabinete de Estudios de CC.OO y ponente de la comisión de reforma de las pensiones, cuando dice que un sistema de reparto «sólo puede repartir lo que tiene, no lo que no tiene».
Por esa razón votó a favor de la reforma de las pensiones que ahora no quieren ni PSOE, IU, UGT o su propio sindicato. Pos miaque. Pero seamos serios: el problema grave de las pensiones se planteará en 2046, es decir, cuando uno esté ya pajarito y los que vayan a cobrarla sean los capullitos de alelí que no entienden un texto escrito (PISA). Lo creen también los del PSOE que consideran que la reforma «no es urgente» (Valeriano Gómez).
Así que si no quieren aprobar la reforma para que los capullitos cobren cuando se jubilen pues con su pan se lo coman. Constato que no me afecta, que decía Felipe González. Por lo que a mi respecta tanto los partidos como los sindicatos pueden hacerse un piercing ‘príncipe Alberto’ o aficionarse al ‘squirting’, porque no voy a desgañitar ni una coma en defender una reforma que los demás no quieren y que a mí no me toca.
«Limpiarte los zapatos aún sabiendo que va a llover, es la actitud más sensata para mantener la serenidad cuando la sinrazón todo lo embarra». Así comienza mi cuarta novela, que me tomo a pecho, porque tendremos que ser maquiavélicos como ellas y a vivir que son dos días. Y la mitad de ellos borracho, es cierto, porque ya nos advertía Ernest Hemingway que «algunas veces las personas inteligentes tienen que estar borrachas para aguantar a tanto idiota».
Así que ahora se comprende por qué el genial escritor J.D. Salinger (el de ‘El guardián entre el centeno’) dejó de escribir y se recluyó en su casa durante 60 años. Para escribir del infierno tienes que bajar a él porque no puedes escribir de oídas, es cierto, pero salir y aguantar a esta tropa que nos maneja no es un infierno sino una tortura maquiavélica maquinada por un discípulo de Zuzanne Evans. O por su marido.
Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza.