Antonio F. Marín: El Cristo del Consuelo

27 de mayo de 2014

El Cristo del Consuelo

Uno de los recuerdos que guardo de mi padre Juan María es una foto del Santo Cristo, añeja y sepia, con una dedicatoria ilegible en el dorso. Sólo se puede entender «con mucho cariño». Y su firma. La tengo en el cajón de la mesilla, aunque no esté ahí con el propósito milagrero que se le da a este tipo de estampas.

«Dios también anda entre los pucheros», nos recordaba Santa Teresa de Jesús, pero uno no cree en un Dios milagrero que esté pendiente de nuestros actos, controlándolos, porque significaría que no se fía de nuestra actitud y nos obligaría a quererlo. O a imponer su evangelio a punta de pistola, y por decreto ley, y eso sólo osan hacerlo los humanos con sus evangelios laicos ideológicos y sus dictaduras de «hombres nuevos».

Él nos deja libertad incluso para no amarlo o ignorarlo. Una vez le pregunté a don Antonio Salas con qué equipo iría Dios si ambas  aficiones  le rezan para que gane el suyo. «Con ninguno», me respondió tajante, confirmando mi intuición de que a veces Jesús no cumple las plegarias porque no tenemos toda la visión del campo.

¿Por qué permite Dios el mal? es la gran pregunta de la Teodicea que se han hecho filosóficos como Leibniz, Hume, Unamuno o Epicuro (y su paradoja), pero uno no quisiera tener a un ángel detrás de mí apuntándome con una pistola para que no haga el mal. Quiero ser libre para poder ser malo, aunque luego no lo sea por decisión personal. Se lo exijo, le exijo la libertad, aunque perjudique a otros. «¿Dónde está dios, dónde está Dios?», se preguntan algunos tras una tragedia. En la cruz, trabajando, le podríamos responder. Demostrando que él también padece la libertad de los demás.

Trabajando en la cruz como nuestro Santo Cristo que no sé si obra milagros pero sí estoy seguro de que conforta y consuela porque solo con «peregrinar» a la ermita para hablar con él ya provoca el milagro de la fe pues son muchos los ciezanos que se arriman a su vera para hablar, buscar consuelo y pedir, aunque no consigan todo lo que se le pide porque los Reyes Magos tampoco nos traen todos los regalos que pedimos, pese a nuestro disgusto, aunque nuestros padres sí saben por qué. Es la imagen más respetada de Cieza, desde hace años, y eso ya es un milagro en estos tiempos de dioses prefabricados en el hollywoodiense paseo de la Fama.

Publicado en la revista "El ciezano ausente" (2014)

Mobusi