En Austria van a derribar la casa natal de Hitler para construir un hotel en el solar con el encomiable propósito de que nadie se vanaglorie chulapo de entrepierna, ni esculpa triunfos en purpurinas y afeites de media mañana. Quieren facilitar que el nefasto personaje pase al olvido de la historia.
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Un algo así como lo de Pablito Bananas cuando se ha opuesto a que el Tribunal Supremo juzgue a Francisco Homs por su macarrada pecho lobo del referéndum pro Catexit. Dice, brama o berrea, según, que es una cuestión política, mientras los jueces argumentan que ha perpetrado delitos de prevaricación, desobediencia y malversación de caudales públicos en la preparación de la "consulta" del 9N. No sé quién tendrá razón, ni si es culpable o inocente, pero uno no se explica por qué se han concedido todos los suplicatorios pedidos al Congreso para juzgar a políticos y ahora no se quiera conceder con el independentista amiguete de Podemos.
En Venezuela el pueblo quiere también una consulta popular para echar al dictador compìnche de don Pablo Bananas y no se permite, no la aceptan, pues consultar al pueblo es bueno pero según para qué y para quién. Que el pueblo hable en Cataluña es chachi piruli pero en Venezuela no, padre. Los mismos que exigen aquí la consulta la niegan allí.
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En Spain exigen un referéndum y sacan una estatua de Franco para entretenerse derribando dictaduras a portes debidos. ¿Libertad para qué?, decía el imbécil asesino de Lenin. Pues para vivir y dejar vivir; para ser feliz sin odios ni rencores; para enterrar el pasado y dejarlo muerto y bien muerto emparedado entre libros de historia. Para disfrutar de la vida en libertad sin necesidad de tener que odiar a alguien. ¿Lo pillas? Porque se conoce que por ahí anda la cuestión: no saben vivir en libertad y la desprecian. Por eso son más peligrosos que la misma dictadura: la incuban como un Alien a la espera de poder sacarla de paseo.