18 de agosto de 2008
Aviones y aseos invisibles
Unos científicos de una universidad americana, financiados por el Pentágono, han conseguido volver invisibles ciertos materiales. O crearlos de tal forma que no son percibidos. Y esto, según dicen, tiene muchas ventajas porque aparte de la obvias, es decir, de que no se vean los aviones o barcos de guerra, también se pueden ocultar a la vista los aparatos de aire acondicionado, por ejemplo, los cables de telecomunicación, las antenas de telefonía, etc. Iba a añadir en la terna
de la invisibilidad a la suegra, pero me habría salido un chiste del tipo Buenafuente y lo mismo me demanda por plagio (del estilo).
Pero todo son ventajas, ya digo, porque es que “las ciencias avanzan que son una barbaridad” como decía Don Hilarión Progresista en plan zarzuelero y todo eso, y con el invento, que no es del TBO sino del Pentágono, también podríamos hacer invisibles las antenas de telefonía móviles, otro suponer, pero habría que señalarlas para los aviones. También podríamos hacer invisibles los cables que cruzan las calles, pero habría que señalizarlos para los camiones.
Todas esos prodigios científicos son en cuanto a obra civil, pero volvamos a lo militar, porque si los aviones de guerra son invisibles y los del enemigo también lo son, seguiría habiendo guerra sólo que invisible, es decir, que mientras los avioncitos invisibles se evaden unos de otros y se lo pasan chachi piruli por ahí arriba con su guerra virtual e invisible, nosotros recibiríamos las bombas visibles, gracias a nuestra sangre. Aunque podríamos esconder las ciudades para que no sean bombardeadas, pero entonces no saldrían en las postales.
Y una pregunta metafísica que no me ha podido responde ni Aristóteles, Kant, Schopenhauer o Nietzsche: Si haces invisible la puerta de los aseos de señoras, ¿puedes verles el chumino mientras mean?