Lo que yo te diga, porque todavía humeaban los cadáveres chuscarrados de los muertos en el accidente de Barajas y ya se estaban buscando responsabilidades y culpables en cualquier lugar menos en nuestra casa y por eso, ejem, ejem, alguien se ha acordado de pronto en el gran culpable de la tragedia: Dios, como es de recibo, por "estar bañándose en su azul de luceros" mientras morían 153 personas, según se le afeaba, parafraseando a Juan ramón Jiménez, (Manuel Alcantara, ayer mismo).
Y además es culpable por no estar en lo suyo, es decir, en la Tierra y colocándole una pistola en la nuca a los dueños de la compañía aérea para que no ahorren costes ni practiquen el overbooking. O apuntando a los sindicatos para que no permitan el exceso de horas de vuelo, a los de Aviación Civil para que inspeccionen la
situación de las compañías y a los técnicos por lavarse las manos.
O a los de AENA para que cumplan con los requisitos mínimos que demanda la inspección aérea, o a la ministra responsable para que controle toda la chapuza. Así que si todos ellos se declaran inocentes y nadie es responsable, quién nos queda a mano. Pues, Dios, como siempre. Como es de recibo.
Según, depende, vaya, porque bien mirado, cuando el accidente del Yak-42 en el que murieron muchos soldados españoles que viajaban a Afganistán se dejó a Dios a un lado, inmediatamente, y se buscó la responsabilidad en los políticos del PP que fueron incluso abucheados en el congreso por las familias. ¿Dios? Ni estaba ni se le esperaba, porque ya había un culpable y el responsable de la tragedia era el PP, Aznar, Trillo y los mandos militares.
Con razón, claro, que eso nadie lo duda, pero entonces se olvidaron de Dios. Era inocente. Ahora no. Ahora por fin podemos echarle la culpa a Dios porque gobiernan los nuestros. Qué consuelo. Dios al menos, sirve para algo para estos ateos que sólo se acuerdan de él cuando llueve, es decir, cuando ellos gobiernan.