Un avispado lector anónimo de este blog me reprochaba anoche que hiciera bromas con la igualdad de la mujer, con aquello de pasar de estar gobernados por tontos a estar gobernados por tontas, porque, según me afea, existe una discriminación real en la sociedad sobre todo en cuanto a los salarios y la situación laboral entre el hombre y la mujer.
Y tiene razón. Existe, pero resulta que los socialistas llevan ya gobernando cinco años y si ellos no hacen nada al respecto, uno tampoco puede hacer nada. ¿Acaso tengo yo más poder que Zapatero?... No puedo hacer nada, veo que ellos no hacen nada y por tanto
me despitorro. También lloro de vez en cuando, pero cada vez menos. Y si los sindicatos callan ante esta injusticia y no le organizan una huelga general al Gobierno, como le hicieron a Aznar, y consienten cómplices esa discriminación laboral entre la mujer y el hombre, yo tampoco puedo hacer nada ¿Acaso puedo convocar una huelga general para obligar al Gobierno?...
Así que me descojono de risa del Gobierno, de los sindicatos y de todo aquel que me pida peras. Porque no soy un olmo, por si alguien todavía no se ha percatado. Y entonces, las reclamaciones al maestro armero, es decir, al que cobra de nuestro dinero para solucionar esta discriminación. Porque cobrar por no trabajar creo que es delito. O no es delito, pero tiene delito.
Aunque quizás ellas puedan consolarse de semejante tropelía, porque no van a ganar lo mismo que los hombres, es cierto, pero si van a lograr que puedan abortar libremente, pese a que hay máquinas de condones por las calles abiertas las 24 horas del día, y cuando suele ser los tíos los que exijen "sin condón" porque con él pierden sensibilidad en la polla. Todo sea por complacer al macho. Allá ellas si se conforman con el caramelito, pero conmigo que no cuenten: no convoco huelgas generales. Otra vez será.