No me gustan los tatuajes. Nunca me han gustado pues los he considerado cosa carcelería, de trena, de barrio bajo sin dignidad porque los hay muy dignos y señores, aunque estén en los arrabales. Pero los tatuajes que suelen lucir los “amor de madre” carcelarios tampoco es cosa de marinos que tienen un amor en cada puerto, como se dice, sino de marinos garrulos que siempre los ha habido. Y también con mucha clase. La moda de los tatuajes es una ordinariez, qué quieres que te diga. Aunque a ti, con ese culo, te lo perdono todo. Es que uno es débil.