Hoy se inauguran los juegos olímpicos y el presidente del COI, José Antonio Samaranch, ya ha aconsejado a los deportistas que "no se metan en política", que es lo que aconsejaba y prohibía el dictador Franco, pero haciéndolo partícipe y extensivo a todos los españoles.
Curiosa coincidencia, porque entonces Samaranch, como Antonio Gala, vivía muy bien con el dictador sin meterse en política. Samaranch lo ha dicho aludiendo a la dictadura China, donde los Juegos Olímpicos que empiezan hoy van a cubrir una capa de minio y pan de oro sobre la miseria, la explotación, la contaminación, la sobreexplotación del medio ambiente, los fusilamientos y la violación sistemática de los derechos humanos.
Pero nuestros prebostes nos aconsejan que hagamos el salto olímpico del tigre (que no es modalidad olímpica, todavía, aunque la chica de arriba parece que se prepara), con el laudable propósito de
distraernos, ver el circo y disfrutar de la Cocacola pues su presidente tampoco se mete en política (éste por las perras), y podremos traernos las medallas de oro que los pobres chinos habrán conseguido cavando en una mina durante jornadas laborales de 12 horas, porque en China hay bula, nos interesa venderles y son 1.300 millones de consumidores que a un Chupachups por cabeza, son 1.300 millones de caramelitos.
Un negocio muy dulce, muy dulce, porque los tiempos, y los negocios, están cambiando y ya nos lo advertía el otro día el millonario especulador George Soros, cuando nos confesaba en El Semanal que él es especulador, es cierto, pero como Dios manda, como los de toda la vida, y no como los especuladores de ahora que no tienen vergüenza. Todavía hay clases (de especuladores), nos viene a decir.
Ya no se especula como antes, como toda la vida, porque se están perdiendo las buenas maneras, nos advierte el millonario, pues cualquier tiempo pasado especulador fue mejor. Como el de Franco para Samarach donde nadie se metía en política.
O como ahora, con Zapatero, que tampoco se mete en política, (somos los mejores amigos de China, según ellos mismos reconocen), ni critica la falta de derechos humanos (ni en China ni en Irán), aunque convide a todo el mundo a té con pastas en la ONU para celebrar la efemérides de la proclamación de esos mismos Derechos Humanos vulnerados por sus amigos. Todo sea por la democracia, los valores humanos, el republicanismo cívico y el surrealismo. Y el salto del tigre. Olímpico.