Así que por fin nos hemos enterado en qué consistía la Alianza de Civilizaciones, es decir, una sala para aunar esfuerzos, hermanar a los pueblos y unir lazos entrañables bajo "una capilla" que ha costado 20 millones de euros (3.326 millones de pesetas), de los que el "artista" ha arramblado con 6 (998 millones de pesetas).
Es decir, un gotelé churretoso y a lo bestia; una paletada de nuevos ricos, una horterada de la cursiprogresía para decorar el garito/bodega del Tío Pepe, en el que estamparán su firma los más insignes toreros y artistas de la cursiprogresividad. Incluido el rey. Son progresivos, como las lentes, con las que hay que admirar el gotelé a manguerazos.
Más que la panorámica que nos vienen ofreciendo del techo de la covacha, uno prefiere ya puestos la de un buen culo, que chorree otros gozos pierna abajo. Y otro pincel
más ordinario. Pero es cuestión de gustos.
Porque la ONU le pidió a España cuatro millones y los españoles, es decir Zapatero, dijo hasta ahí podíamos llegar: me pides cuatro, pero yo te voy a dar 8 y además te busco otros 12 porque soy español castizo y mi Alianza de Civilizaciones hay que alicatarla hasta el techo y ponerle cojines en el parabrisas, ya que no podemos ponerle alerones y música de los Chichos. "Es la promesa de algo nuevo cada día", ha declarado un cursiprogre en toda su salsa churretosa. Es "el Arte grande, lleno de propuestas y de símbolos", escriben apoteósicos en el boletín cursiprogre El País.
Porque aparte de la calidad o no de la obra, y allá cada cual con sus dineros, sus gustos y sus pedos, (si el dinero es suyo y no se quita al desarrollo), es una inmoralidad gastarse 20 millones de euros en una paletada hortera, en una obra para páparos, en un gotelé churretoso a lo bestia que imita una cueva, metáfora de esa banal Alianza de Civilizaciones donde dialogarán los neardentales y los homo sapiens de espaldas a la hambruna del mundo, es decir, donde tomarán té con pastas los cursis y los horteras por ver quién da más la nota, quien recarga más el salón con purpurina de colores en churretes rococós y el cuarto de baño con Mirós comprados al montón en el Ikea de las bellas artes.