Antonio F. Marín: Recogiendo tempestades

8 de septiembre de 2006

Recogiendo tempestades


Zapatero ha anunciado que no acepta ni aceptará la inmigración clandestina ni la ilegal “porque no es inmigración sino un fraude a los inmigrantes, a los trabajadores y, por supuesto, a lo que deben ser las reglas de convivencia en nuestro país”. Quién te ha visto y quién te ve, Maribel. Y el ministro del ramo, señor Rubalbaca, nos tiene dicho en el parlamento que los inmigrantes “son necesarios, pero no pueden venir todos”, por lo que la vicepresidenta nos ha anunciado que se deportará a aquellos que
entren de manera ilegal. Todo esto es, justito, justito, lo que venían diciendo las gentes de todo pelaje que durante estos años advertían del riesgo de la demagogia en un asunto de derechos humanos. Bienvenidos a la España real.

Supongo que a los tres figuras nadie lo va a acusar de xenófobos, pero si yo fuera sádico buscaría en las hemerotecas las lindezas que se dijeron sobre la legalización de los sin papeles, por ejemplo, aquella declaración solemne de Jesús Caldera: “Vamos a ser la envidia de Europa en materia de inmigración”. Es cierto. Lo somos. Tanto que pasan de nosotros porque “tú te has creado el problema, no nos hiciste caso y ahora apáñatelas como puedas, Contreras”. Porque se dijeron cosas magníficas y rimbombantes como que con aquella regularización se iba a acabar con los “flujos migratorios”, se acabaría con las muertes de los inmigrantes, se iba a terminar con la economía sumergida o se iban a reducir los accidentes laborales, etcétera, etcétera.

Ahora vemos los resultados de aquellos ímpetus irresponsables “para dar envidia a Europa”, porque la legalización se podría haber hecho con discreción, sin darle cuartos al pregonero y con sensibilidad para no llamar la atención, pero se optó por la fanfarria y la cohetería de querer demostrar que éramos más listos que nadie y por darle al asunto tintes ideológicos y publicitarios por parte de un Gobierno campeón del mundo de la solidaridad y que quiere dar envidia y lecciones a Europa. “Pà solidario yo”, se debieron decir los listos del Gobierno y sus arrieros mediáticos. Y ahí tenemos los frutos de su incompetencia. Años después se recogen las tempestades que los listos sembraron.

Mobusi