Cuentan los que entienden en Zapaterología que el muchacho de León desprecia a los mayores de 47 años al considerarlos de otra época ajena a la suya, que por el contrario es joven, dinámica y progre, mientras que los otros siguen anclados en otra España que no es la real. Nuestro esclarecido portento cree que yo soy un carroza que vivo en otra época, alejada de la realidad. Y puede ser, porque yo soy ya un viejo verde que suspira por lolitas “Sweet Kacey” como la de la foto de arriba, mientras que él prefiere a la vicepresidente, María Dolores Fernández de la Vega, por ejemplo, que a mí no me pone nada, qué quieres que te diga. Me recuerda a la suegra de Maruja Torres, pese a que para Zapatero es muy actual y muy moderna.
Uno es que está fuera de época, ya digo, pero gusta de recrearse con las de su época, no sé si me explico, si me entenderá o le pinto un croquis. Así que no soy como él, desde luego, ni tampoco como sus amiguitos multimillonarios hortera-progres de Mediapro, la Sexta, Buenafuente y el diario Público, que son los que molan, los que entienden y los que hilan fino la maeja del futuro. Porque el diario Público nació
como un proyecto muy moderno y puesto al día ya que la mayor parte de sus redactores (incluido el director) eran muy jóvenes y se habían criado en los blogs de Internet. Sabía nueva, decía yo, que traerá aíre fresco a las redacciones de los periódicos.
Por los cojones. Son peores que los que vivieron la Transición y acumulan más odio por ladillo que la revista Fuerza Nueva. Es el Alcázar de la izquierda hortera-progre y millonaria; esa que maneja los miles de millones como calderilla. Y tengo para mí que esta nueva generación de periodistas hace la reunión de primera en el transcurso de un botellón en la calle. Y luego suben arriba para componer la portada y editar el periódico. Porque parece hecho en un botellón.
No es de extrañar pues son unos chicos muy jóvenes que han nacido en democracia, que se han pasado la juventud bajo el gobierno socialista de Felipe González y que no tienen pedigrí revolucionario, no han luchado por nada, excepto porque sus padres les aumente la paga. Y como pelearse con los municipales por el botellón tampoco es que dé mucho marchamo de prestigio revolucionario, no cejan en su afán de hurgar con el dedo en la guerra civil para poder presumir de haber peleado en la vida por algo más que el derecho a la play y a volver de madrugada. Porque ya que están en un revival sobre la guerra civil, reverdeciendo el pasado y escarbando en la memoria historia, deberían acudir en socorro de esa memoria, buscar el cadáver de Andreu Nin (troskista torturado y asesinado por los comunistas) y echarle luego un ojo el himno de la República que tanto adoran, el himno de Riego, por cierto, que nos ilustra muy bien de patriotismos, caspas, patrias y cuchufletas.
“Soldados la patria
nos llama a la lid,
juremos por ella
vencer o morir”.
Este es el estribillo del himno de Riego republicano que tanto adoran los chicos de Público. Un cántico, loor, salmo, barcarola o motete que además habla mucho de “vencer, morir, patria, el Cid, valientes, jurar, osadía, valor, patria, ruge el cañón y horror”. Cuánta caspa seborreica junta en una misma letra, oye, y además se proclaman “hijos del Cid” mientras que los franquitas se proclamaban “hijos de don Pelayo”, ya te digo, que se conoce que la cuestión es ser hijo de algún antepasado. Yo me declaro “hijo de Isabel II” que creo que era algo puta y de las mías. Porque eso de que “la patria nos llama a la lid, juremos por ella, vencer o morir”, suena a fascista reclamo de masas. Y a morir por la patria habíamos quedado que no hay que llamar a nadie y al que llame, se le da una patada en los huevos. Por fascista. Y por tonto del culo.