Estamos en la final, de fútbol, "podemos, podemos", y todos esos chipirrinchis, mientras los intelectuales que han auspiciado "El manifiesto por una lengua común" siguen recogiendo firmas y adhesiones de todos los ámbitos de la cultura para que los niños pueden ser educados en la lengua de su propio país, "podemos, podemos". Aunque entre sus beneméritos propósitos no parece que vayan a incluir que se defienda la lengua de las patadas de algunos ministros que la cocean en su uso, como la ministra Aido, pongamos por caso, que acaba de informamos de
que las mujeres están "inferiorizadas".
Aunque a lo mejor está propuesta la llevan al próximo congreso del PSOE en el que también van a debatir las enmiendas que buscan alcanzar una mayor "laicidad", además de la revisión de los acuerdos con la Iglesia. Y uno se alegra, y regocija, porque el Concordato a quien más perjudica es a la Iglesia porque la deja a merced de los gobierno y le impide ser libre. Una Iglesia libre sería más respetada y por eso es bueno, muy bueno, que se revise e incluso que se suprima. Por el bien de la Iglesia.
En lo que no estoy de acuerdo es con un columnista cursiprogre que el otro día escribía que la Iglesia es intolerante. Y no sé, no sé, porque si en un suponer, yo le pongo a él los cuernos la Iglesia me perdona, pero él no. Y si me confieso con la Iglesia la institución me perdona, pero si me confieso con él me pega, me agrede y creo que incluso me insulta. Así que no sé yo quién es más intolerante, la verdad. Tengo que mirarlo.