Antonio F. Marín: La vida se repite...

21 de agosto de 2008

La vida se repite...


Corría Usain Bolt hacía su nuevo record del mundo, esta vez en 200 metros, cuando en un canal de al lado se nos informaba de que unas 150 persona habían muerto en un accidente de avión en Barajas. Y la admiración por este hombre que partiendo de una familia pobre, en un país pobre, ha conseguido el relumbre y la gloria sin la ayuda de ninguna universidad americana o de algún Centro de Alto Rendimiento, se ensombreció con la noticia de la muerte inútil de 150 personas, sin sentido y al tuntún, como si la titular de la guadaña hubiera querido hacer la recolecta
al montón, para abreviar, mayormente, y evitar el goteo de uno en uno que da más trajín.


Pero el jamaicano ya es inmortal por sus propios medios, sin ayuda de ONGs, gobiernos, manifiestos, partidos políticos o universidades americanas, porque el tío lo vale y lo ha logrado con su propio esfuerzo, sin un papá que lo enchufé y sin un abuelo que haya ganado una batalla. Sin nada más que su voluntad de cortar el viento a navajazos de zancada y zancada.

Sin más propósito que estirar del tiempo para encogerlo y hacerlo suyo y rotularlo con su marca, mientras en el otro canal, ya digo, morían 150 personas que se trasladaban a Canarias quizás para ir de vacaciones, quizás para acudir al curro; al vulgar currele sin medallas ni aleluyas porque la vida se repite así misma, año tras año, como un contumaz eructo y, un año más, ya sabemos lo que le va a costar a cada padre "la vuelta al cole de sus hijos".

Se diría que el fin del verano no lo marca el inicio de los anuncios de coleccionables y fascículos, ni la fría estadística de los muertos en la carretera o en los aviones, sino el precio del set escolar para los niños, incluido el precio del uniforme, los libros y hasta las chuches. Los muertos son el añadido, la esquela que nunca falta adjunta a la postal de la vida y del paisaje. Nos va en el sueldo. Son los gajes del oficio.

Mobusi