Antonio F. Marín: Jueves

1 de abril de 2010

Jueves

...al día de Jueves Santo en Cieza cuando me he cruzado con las manolas que acechan las iglesias emperejiladas hasta la peineta, engalanadas y cuellierguidas con la mantilla de la tía Enriqueta a fin de hacer la visita a los altares sacros que se instalan en todas las iglesias para compartir fraternas la mantilla y el palmito, antes de seguir con lo del amor fraterno por bares y plazas porque con las cervezas y el marisco la liturgia baja mejor, hasta la mismísima madrugada, sobre la medianoche, en la que el reloj de la basílica de la Asunción tañe las doce campanadas y se abren los portones para que salga el cristo de la Agonía que inicia la procesión del Silencio, la de más fervor, con un Cristo que desfila con la ciudad apagada en una silente oscuridad que retiembla con el parpadeo de las velas de los cofrades vestidos con túnica y capuz negro a los que veo llegar frente al convento de las Claras entre el murmullo sigiloso del respetable que se aprieta, murmura y susurra en la acera, hasta que alguien sisea por allí, otros chistan por aquí, y cunde el silencio que sólo se quiebra con el seco repique del tambor que lo acompaña o con la dulce música de los violines que interpretan a Bach, Pachelbel o Albinioni para acompasar la agonía de un Cristo cuya sombra se crucifica sobre las fachadas mientras se aleja bajo la luna llena seguido por los vecinos que atajan por las calles adyacentes para verlo entrar en la basílica, una vez más, si no van a tomarse un chocolate con churros, ya de recogida, para cumplir con la tradición y la usanza...

De mi novela Entretiempo (Cieza 2007)

Mobusi