Antonio F. Marín: Decadencias

12 de octubre de 2012

Decadencias

El otoño ha vuelto y nos ha traído lluvias, riadas y fascículos en la tele, como siempre. Y cuando vuelvan el año que viene tendremos un año más de piel estrujada. El tiempo ni se crea ni se transforma, sólo se encoge. Así que nos parece que no pasa, no corre, rechina, porque cada día seguimos igual que ayer (o peor), excepto para los políticos. O para los 20 vocales del Consejo General de Poder Judicial que se niegan a ser reformados.

Han cambiado al gallo que los cacareaba (Dívar), pero los que se han quedado siguen sin enseñar sus legajos VISA Oro. Y bravean con ir a la huelga o ralentizar la justicia, es decir, seguir a lo suyo, mientras rabian y patalean para impedirlo. O sentencian obviedades impertinentes como que la clase política «es decadente» (según el juez Pedraz), cuando para lucir churretes de decadencia ahí tenemos a estos jueces togados que llevan faldas, encajes y puntillas. Es lo que se ve por fuera. Por dentro no sé. Supongo que serán de algodón.

A estos decadentes y chinchorreros magistrados yo les daba un bocata de calamares y ya iban aviados, porque en 2011 se gastaron 830.733 euros en dietas, comidas y tournées intercontinentales para fardar por todos los foros del mundo de ‘modernidad judicial’ pues han tardado sólo diez decadentes años en llevar a juicio los sumarios de Sintel y el Prestigie. Sólo 10 años sí. O para explicar que en Cataluña se descojonan de ellos y no cumplen sus sentencias.

Son nuestras decadencias, tan queridas, pues los últimos estudios nos revelan que los adolescentes quieren ganar mucho dinero y formar una familia (suponemos que en casa de sus padres). Es decir, lo mismito que sus tatarabuelos, pero sin alpargatas. Ahora llevan zapatillas Nike, o llevaban, porque la riada del dispendio ha vuelto a su cauce habitual y se acabaron las balandronadas hispánicas de disfrutar de cárceles con piscina climatizada y televisión de plasma en cada celda (Álava y Navarra). Tras la escandalera las han clausurado, pero hemos pasado de las piscinas climatizadas para los presos a que los pensionistas paguen sus medicinas.

O que los soldados abonen la mitad del rancho o se lleven el decadente ‘tupper’. Menos mal que, por ahora, uno no tiene que volver a la Marina. Creo. Aunque tengo el petate hecho. Porque es probable que tuviéramos que disparar con la boca: «bang», «bang», tal y como hicieron los alemanes cuando hace años aplicaron unos ajustes que a nosotros nos han fijado ahora a base de laca y permanente.

Nos van a inyectar una millonada en vena pese a que en Alemania crece el euroescepticismo pues sus jóvenes teutones se acogen a los ‘mini jobs’ por el que reciben unos 400 euros, mientras que en España se les ha agraciado hasta ahora con 330 euros, pero para pagar el alquiler si se iban de casa. Sin trabajar. Así que los jóvenes alemanes, que son unos nazis, se preguntan por qué los españoles reciben 330 euros para no trabajar y a ellos sólo se los dan si trabajan. Y es que ellos no saben que somos españoles, la Biblia en verso, pero en decadentes y cómodos fascículos.

Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza. 

Mobusi