Antonio F. Marín: Tradiciones

29 de diciembre de 2012

Tradiciones

El lunes es Nochevieja y hay que desear a todos un feliz año, y prósperas castañas, aunque dice mi madre que para el 2013 me haga el propósito de no escribir más de sexo (y  decir palabrotas), porque como siga así no me va a salir novia formal pues ninguna mujer se casa con un tipo tan rijoso. Ella dice sinvergüenza, pero se la entiende. Y puede ser, pero lo que pretende es que me case para quedarse sola con la casa y cambiar la cerradura.

Porque la cuestión no es que un maduro solterón todavía viva en casa de su madre, sino que una madre tan mayor todavía no se haya ido a la residencia de ancianos. Todo en la vida tiene dos puntos de vista, como se ve. Y en esas andamos; a ver quién se rinde antes, quién se va antes de la casa.

Ella me deja en la mesa folletos de agencias matrimoniales y yo le dejo sobre la cama folletos de la residencia de ancianos. Es un duelo al sol en OK Corral, porque el otro día nos encontramos en el pasillo y nos quedamos mirándonos a ver quién desenfundaba antes. Guerra psicológica, es decir, a ver quién se rinde antes y se marcha dejando la casa libre. Me río yo del relato «Casa tomada» de Cortázar. Lo del argentino es de aficionados.


Nosotros somos más profesionales y cuando nos encontramos en el pasillo nos paramos frente a frente, nos miramos a los ojos, suena la música de Ennio Morricone y desenfundamos tirándonos indirectas: «He leído en el ABC que los casados padecen menos infartos», me espeta ella. Y yo la miro fijamente a los ojos, me limpio el sudor de la frente y le devuelvo las indirectas: «Pues yo me he enterado de que en la residencia de ancianos han puesto jacuzzi y baño turco».

Y en esas andamos, porque aunque ella últimamente diga que quiere que me case para poder disfrutar de los nietos, a mí me consta que es para poder lucir en la boda un traje de madrina que se compró hace años y que se le va a pasar de moda. Es que algunas madres no saben qué hacer con tal de poder lucirse en la ceremonia de la iglesia y llegan incluso a sacrificar a su hijo entregándoselo a esas despiadadas chicas de ahora que sólo quieren sexo y más sexo. Todo por lucirse y lucir el modelito en la iglesia.

Porque la boda sería en la iglesia, eso es irrenunciable,  pues  si un servidor se casa lo hace por la Iglesia, de blanco, con damas, padrino, coro y Ave María de Schubert. Con todos los extras, sí, pues uno es un católico temperamental (como Julio Camba), y le hace ilusión subir a la novia en brazos a la habitación y meterle mano con el traje de novia puesto. Como manda la tradición, el señorío y las buenas costumbres. A mí es que me gustan mucho las tradiciones, mucho, sobre todo esa que estipula que es el padre de ella el que paga la boda y el convite. Aunque creo que Camba no se refería a eso.

Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza. 

Mobusi