Antonio F. Marín: Natividad

21 de diciembre de 2014

Natividad

Ahora que disfrutamos de «fechas tan señaladas», es decir, la Navidad, volvemos a la carga con la matraca de ‘felices fiestas’ y demás espumiñones carta nevada, por lo que no sabes si estás celebrando el Hueso de Oliva, Moros y Cristianos o la Tomatina de Buñol. O la cursilada de las ‘fiestas de invierno’ que pronuncian todos aquellos cursiprogres que no quieren que se les catalogue de reaccionarios fascistas.

Ya teníamos constancia de que España es un país donde hace siglos las ardillas (y los tontos) recorrían la península ibérica de Norte a Sur saltando de árbol en árbol, pero ahora, además, los tontos han decidido que con tal de no celebrar la Navidad se puede y debe concelebrar ‘jalogüen’. O festejar el 'black friday'. O adoptar un Papa Noel peliculero ‘holibud’ americano.

Se aprecia en los anuncios de la tele donde para venderte el turrón, el cava o los juguetes garrapiñados, se apañan unas ‘felices fiestas’ que también podrían ser las de Gigantes y Cabezudos. Es obvio que la Navidad es religiosa, nació de unas efemérides cristiana, pero si no te gusta, si no comulgas con ella, no impongas tus criterios a los demás e intentes camuflar la celebración religiosa como la del ‘solsticio de invierno’, que es como celebrar la eclíptica de la Tierra.


La Navidad es la Navidad incluso para los ateos inteligentes porque se conmemora algo que es común para todos; una fecha que sirve para que nos matemos menos. En la I Guerra Mundial los soldados de ambos bandos dejaron de pegar tiros para salir de las trincheras, darse un abrazo, celebrar la Nochebuena e incluso jugar un partido de fútbol. Era Navidad y todos ellos se abrazaron y cenaron, haciendo caso omiso a sus emperifollados entorchados. Al día siguiente volvieron a matarse, es cierto, pero que por un día aparcan la guerra y se olvidaran de matarse, nos dice que la fecha es algo más que una celebración cristiana.

Lo es para los cuatro niños cristianos decapitados en Irak entre la indiferencia de los perpetuos abanderados de la paz, pues a fin de cuentas son unos niños cristianos faltones y farrucos, que cuando los obligaron a comulgar con Mahoma replicaron insolentes que no, «que no podemos, porque amamos a Jesús”. Y fueron decapitados. No fue hace 2014 años, sino ayer mismo, mientras otros callaban, y callan, porque los asesinados no eran musulmanes palestinos y los niños cristianos son culpables de la Inquisición, y todo eso.

Cuando uno era ateo, que lo fui y de lo más campanudo, celebraba la Navidad y respetaba una tradición que sirve para que al menos nos olvidemos de odiarnos fraternalmente. Incluso cambiaba la guardia en la Marina para que los casados se fueran a su casa a celebrarla en familia, mientras que uno se quedaba en el barco haciéndoles la guardia. Era dichoso al saber que había gente que esa noche era feliz y lo celebraba con su familia. Quizás algún día algunos comprendan que la tolerancia también consiste en alegrarte por la felicidad de los demás, ya sean moros, judíos o cristianos. Quizás. Mientras tanto feliz Navidad para todos los hombres de buena voluntad. Y también para los cabritos hijos de puta.

Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza.

Mobusi