Antonio F. Marín: Diario de un dromedario (1)

16 de junio de 2015

Diario de un dromedario (1)

El otro día paseaba acompañado por la música, como suelo hacer todas las tardes ( si no llueve), y se me ocurrió publicar en el blog un diario. Algunas cosas que se quedan fuera de las columnas por ser muy personales. Son como piezas sueltas, retales,  que no encajan en un artículo. Y lo voy a hacer. Voy a escribir un diario (como los quinceañeros y algunos autores célebres).

Ya tengo 4 novelas escritas  y el manantial se agota. No hay nada más que rascar. Había iniciado otra, "Otro día perdido", pero me falta fuelle. Quizás el diario sea un buen recurso literario aunque si lo escribes para quedar bien te haces trampas tú mismo jugando al solitario. Pero lo de la novela se ha acabado. Con la cuarta se acabó. Es un esfuerzo inútil, baldío, sembrar en secano y predicar en el desierto, sin eco.  Y no lo echo de menos. No se puede echar de menos lo que nunca se ha tenido.

La gente ya no lee literatura, sino novela de tren,   de distracción para no pensar y cultivar el jardín, según aconsejaba Voltaire en su Cándido. Y es lógico. Lo comprendo. Nadie quiere que le hablen del sinsentido de la vida, de lo inútil de ciertas esperanzas y de que no vivimos en el mejor de los mundos posibles (Leibniz). Lo que buscan es que le alegren el camino de una muerte antes de nacer a otra  muertes años
después. Lo comprendo, porque  también lo procuro.

Comencé leyendo a los hermanos Grim y Andersen. Y luego seguí con Emilio Salgari y sus novelas del Oeste o  con las aventuras de Guillermo. Recuerdo las tardes de verano sentado en la terraza interior de mi casa leyendo, mientras disfrutaba del limón helado que hacía la tata. Mejor que el de los Valencianos porque le echaba  las cortezas rayadas del limón, tal y como se hacía en Bocairente, según me decía ella. Entonces la nevera llevaba hielo que  te traían a casa. Como la leña. Creo que en Cieza había una fábrica de hielo, pero no estoy seguro.

Luego fui buscando algo más, un sentido a la existencia y me he encontrado que el único sentido de la vida es pasarrateárla buscándolo. Pero la gente no quiere leer esto, sino que le alegren la romería hacia la muerte. Lo ha reconocido hasta Vargas Llosa que, pese a su mal gusto al liarse con la Presley, ha dicho que la novela contemporánea "degrada la tradicional; solo entretiene".

Me lo pido, pero yo lo dije antes y está grabado en un video-entrevista. El  género de la novela está casi muerto porque la gente prefiere chatear y las redes sociales antes que ponerse a leer. Y cuando lo hace busca divertirse y no pensar. Ese es el futuro. Yo tampoco leo ya a nadie desde hace años y no estoy orgulloso de ello, pero paso de la novela. Me aburro.

Me sé todos los trucos y todas las trampas. Sólo releo a los de siempre y algunos ensayos. No soporto las naderías y el no-estilo de los escritores de ahora.   La novela actual es   ligeresa (como la mahonesa), sólo trata de espadachines, relatos históricos, costureras, costumbrismo y misterios de Cuarto Milenio. La gente no quiere que la hagas pensar porque produce urticaria. Y sufren. Por eso todos los tontos son felices.Y por eso he dejado el proyecto de la quinta, "Otro día perdido".

Y quizás  también por eso se esté dando el auge de los diarios escritos por novelistas. Dicen que venden más que la novela y supongo que dependerá de quién lo escriba. Uno  sólo pretende dejar miguitas de pan que pueda seguir momentos antes de morirme. Tampoco sé si seré disciplinado y constante.   Me gustaría escribir la tercera parte de Azul y sombra/Entretiempo (completar la trilogía),   porque las dos primeras terminan mal pues entonces creía que así era la vida. Los protagonistas se separan en las dos novelas y FIN. La 3ª parte de esta trilogía terminaría bien, pero esa la dejo para luego, porque no estoy seguro. 

(Cieza, Diario de un  dromedario. 16 de junio)

Mobusi