Antonio F. Marín: Los clásicos depresivos (25)

21 de julio de 2015

Los clásicos depresivos (25)


Cuando no me encuentro bien, que es casi siempre, recurro a los depresivos Pessoa, Pavese, Sartre o Camus, que anduvieron peor que yo. Al existencialismo, vamos.  Me faltaba La Caída del francés premio Nobel, pero cuando he ido a echar mano del libro en mi biblioteca no lo he encontrado. Supongo que lo presté y no me lo han devuelto, como siempre. Dicen que los libros, la pluma y el coche nunca hay que prestarlos. Creo que también se refieren a la novia, pero no recuerdo bien. A mí el coche  y la novia me da igual, pero por los libros mato, que decía la otra.

Recurro a ellos como ansiolítico porque peor que han estado ellos no se puede estar y al leerlos me animo  y me entra el baile San Vito. Voy saltando de página en página como el que pica de aperitivo en aperitivo  y descubro emociones y actitudes que, generalmente, yo ya he vivido. Y superado. Aunque luego viene la recaída. Siempre digo que peor que estuve aquella vez jamás estaré. Y me compensa la comparación de lo mal
que lo pasé y lo feliz que podría ser ahora si no insistiera en buscarle un sentido a todo.

Es la tortura del animal racional que lo es porque piensa, al contrario del mono. Porque el ser racional busca y no encuentra y el mono, irracional, no busca y no encuentra razón por la que los monos y los tontos son felices y no saben ni que existen ni para qué. Desde mi ventana o mi balcón veo pasar a la gente por el Paseo con sus dichas, sus problemas y sus cosas. Son como yo, pero más felices. Al menos lo parecen.

Sin embargo mis clásicos de cabecera también son humanos, racionales y escriben también tonterías como Pessoa, por ejemplo, que asegura que "un barco parece ser un objeto cuyo fin es navegar; pero su fin no es navegar, sino llegar a puerto". Error. Eso puede pasar con el ferrocarril o un autobús, pero el fin de un barco es precisamente navegar, rolar al viento, establecer rumbo y distancia, marcar los faros, hacer cabotaje, contar con las mareas, trazar rumbos sobre la carta de navegación o  tener en cuenta las corrientes. Porque navegar es un placer y cuando lo haces lo que quieres es no llegar a puerto. Y si hay tormenta mejor que mejor.Después de todo para lo que te vas a encontrar en tierra mejor seguir luchando contra la marejada. O con la marejada.

(Cieza, Diario de un  dromedario. 21 de julio)

Mobusi