Antonio F. Marín: Adelgazar

15 de noviembre de 2015

Adelgazar

Tengo un ex amigo que pretende patentar un método de adelgazamiento que se basa en dar disgustos. Si el prójimo o prójima, el electricista y el electricisto, el pianista y el pianisto, lucen de pronto amondongado pues vas, coges y le das un disguto. Y te adelgazan de 10 a 15 kilos en unos dias. Pongo por testigo a la báscula. Funciona. Eso dicen.

Y quizás tenga razón porque mis jefes siempre han sido muy delgados, ahora que caigo, pero supongo que no me reconocerán el mérito. Es que hay gente que se arrima a un servidor que se conoce que es propensa a delgazar, le dije el juez togado cuando me acusó de adelgazar a un teniente de navio.

Y tenía razón porque con mis ansias perfecionista me cargué en alta mar unas cuantas botelllas Niskin, sin posibilidad de arreglarlas. En la Marina está ya todo inventado, me decía el mayor Gago. «Si funciona no lo toques», añadía. Y no se refería a la Constitución que ahora quieren revocar o cambiar como si fuera un traje de temporada, sino al hecho de que siempre hay un listo que quiere afinar más el piano.



Tuvimos que volver a puerto, gastar gasoil, dietas, comida, pertrechos y práctico de puerto. Y todos salieron alborozados a celebrar la repentina arribada menos yo, por razones obvias. Aquí no es que esté todo inventado, queda muchísimo por innovar, pero no podemos perder el tiempo discutiendo lo obvio. Cansa, aburre. Y sufrimos un bostezo de tal cuantía como el de esos matrimonios que llevan casados muchos años y que cuando se sientan en una terraza miran cada uno para un lado, bostezan y se aburren. O uno de ellos lee el periódico deportivo mientras el otro mira a los que pasan. Sin hablarse. No tienen nada que decirse. De solteros en más emocionante.

Es lo que hay porque recuerdo que cuando éramos mozos, hace siglos, a un servidor siempre lo ponían en los guateques con el tocadiscos y las chicas acudían a mí muy cariñosas con frases alentadores como «cariño, pon este disco». «Cielo, pon esta canción». «O prenda, ponte una de fulano». Eran muy cariñosas y por eso me extrañaba de que en queriéndome tanto, como me querían, bailaran con otros.

Quién entiende a las mujeres me preguntaba yo entre disco y disco, entre canción y canción a 45 rpm. Quieren darme celos, me decía ufano. Y seguía poniendo discos mientras ellas bailaban con otros.

Lo comprendí, más tarde sí, pero no es una cuestión de la que uno esté muy orgulloso y prefiero dejarlo así porque por aquí es todo tan mediocre y previsible que hasta el rey se afana en el empeño cuando declara lo obvio para quedar muy mono y apañao, y nos advierte de que el desarrollo «ha de ser sostenible» (efecto Forer).

Y su esposa, Mistress Leticia, que nos reprende con aquello de que tirar la comida es cosa de gente muy mala, con el hambre que hay en el mundo (efecto Forer otra vez). Un día de estos nos encomendarán que ayudemos a los ancianos a cruzar los pasos de cebra, días y ollas. Quizás por esa la reina esté tan delgada. De los disgustos que le damos los malos españoles.

Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza.

Mobusi