
Nadie lo sabe, porque él mismo pasó por las imperfecciones de su propia creación y renegó de ella, tuvo dudas: Dios mio por qué me has abandonado, que es además la pregunta más tremenda de toda la teodicea y escatología teológica. Por qué el Dios humano pasa por los defectos de su propia creación sin que nadie le conteste pues sólo oye el silencio de Dios. Como nosotros. Como Bergman. Pero también con la confianza de que su Creación, al final, merecerá la pena: "en tus manos encomiendo mi espíritu".
Nadie sabe por qué permite el mal, pero uno se barrunta que porque siendo consciente de la limitaciones de su propia obra, de la imprescindible libertad para obrar mal y de su finitud (Dios no puede crear helados de calor, manque le pese), decide pasar por la libertad de los demás, por el mal, para demostrar que él también es consciente de esa inevitable libertad porque sin libertad seríamos robots muy
buenos que siempre quieren al padre y lo obedecen. Nosotros no aceptaríamos un ángel que nos apuntara con una pistola en el cuello para que seamos buenos, bajo pistola. Él tampoco.
Y al final: En tus manos encomiendo mi espíritu. La aceptación final de que el mal trago es inevitable e imprescindible para demostrar a todos que él también padece los defectos de su propia obra porque el mal es imprescindible para la libertad pues si no, sería una libertad bajo pistola.
Los metía en una jaula y los alimentaban, pero siempre se me morían. Hasta que un verano se me ocurrió meter al pajarito en una cesta y dejarlo a la vista de la madre. Y la mamá pájaro bajaba y lo alimentaba hasta que creció y echó a volar. ¿Dónde está Dios?, me han preguntado mucha veces ante una injusticia. En la cruz, trabajando. Fichando en el curro para dar ejemplo, señalando el camino y pasando él también por el aro de su imperfecta propia creación.
Y con dudas: «Dios mío, por qué me has abandonado», le reprochaba al Creador. Pero también con esperanza: «en tus manos encomiendo mi espíritu». Porque si todo esto es obra de la casualidad y después de la muerte viene más muerte, nada tiene sentido.
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Dreyer: La Palabra (Ordet) |
Lo del pajarito abandonado parece cruel, pero era lo mejor para él. Y lo mismo haríamos con una gacela aunque al soltarla alguien nos pudiera tachar de crueles por dejarla libre para que se la pueda comer un león, pero es mejor dejarla suelta que meterla en un zoológico muy protegida, pero presa. Porque de no existir el mal, la posibilidad de hacer el mal, todo sería como en una película de Walt Disney. O como una maceta de plástico en la que nada muere, pero nada vive, porque la vida «surge sólo donde hay imperfecciones», según dicen los listos, los científicos.
Uno más no sabe. Ni se atreve a saber, pero Dios no puede crear helados de calor. Y no porque no sea todopoderoso, sino porque debe de saber que de hacerlo no sería ni helado ni calor, o sea, obviedad al canto y soplá por no comer. Y entonces…
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La Palabra (Ordet), de Dreyer |
Sólo son suposiciones. Sólo queda la fe al abrigo de la sospecha de que, pese a todo, ese Dios sólo puede querer el bien para los suyos porque para hablar de Él tenemos que partir de que si existe busca el bien porque si no, no sería Dios. Podría ser una anchoa o una tostadora, pero nunca Dios.
¿Por qué Dios permite en mal en los niños si no han hecho nada?...Pues porque lo del pecado original es una cuento chino para adultos, mientras los niños piensan sin prejuicios. En la Palabra de Ordet son un loco y una niña los únicos que creen en la resurrección. Y ocurre porque tienen fe o son niños.