Antonio F. Marín: Tívoli

17 de diciembre de 2017

Tívoli

Allá ellos, los catalanes. Con su pan se lo coman digo y decía, al enfrascarme en la biblioteca de mi padre donde he dado con el libro ´Amor se escribe sin hache´ de Jardiel Poncela, que llevaba tiempo buscando. Y lo quiero comentar. Esta semana tocaba denunciar la «limpieza étnica de libro», según ha calificado la ONU la expulsión de miles de ´rohinyás´ (musulmanes), por parte de una premio Nobel de la Paz (budista). O el asesinato de un ciudadano por llevar tirantes con la bandera española.

Pero el muerto era un españolazo fascista, estos refugiados son de segunda, la menda fratricida es premio Nobel y... nos mudamos con la `manifa´ donde abunden las cámaras de tv y, por supuesto, esté interesado el tal Évole (no confundir con el circo Tívoli).

Estos refugiados no interesan, ni los masacrados por Boko Haran, como tampoco cuentan los del Cabezo de la Fuensantilla pues no tienen conciencia de clase, pertenecen al ´lumpemproletariado´ y por tanto se pueden excluir de la revolución, según el leño de Carlos Marx. Quedamos entonces en que para hacerse fotos con refugiados no hay que hacer muchas jornadas ni proveer excesivo avituallamiento. Están ahí mismito, corazón: en los Casones, el Cabezo y la entrada Norte que tanto sirvieron en su día a los que mandan y ahora molestan y toca dedicarse a hermosear jardines.

Pero volvamos a lo que nos ocupa porque con Jardiel quiso acabar la alcaldesa de Madrid al querer suprimirlo del callejero, junto a César González Ruano; cuando éste último era más progresista en cuestiones de sexo, que otros ´moernos´de ahora. Pero ya nos advertía Jonathan Swift de que cuando aparece un gran genio en el mundo se le puede reconocer por esta señal: «todos los necios se conjuran contra él».

También quisieron suprimir a Pla, Cela, Torrente Ballester, Agustín de Foxá, Dalí, Miguel Delibes... Por cierto, ´pishas´: hay muchos genios en Francia que colaboraron con los nazis y allí los siguen respetando como Coco Chanel, Celine, Edith Piaf, Jean Cocteau o Maurice Chevalier. Todos ellos eran filonazis y se les sigue considerando.


Agustín de Foxá, Wenceslao Fernández Flores, Dalí, Delibes y otros artistas se camuflaron con el franquismo, no se exiliaron, pero tampoco lo hicieron muchos que ahora son comunistas confesos. Como Antonio Gala que fue el autor más premiado por la dictadura y ahora es rojo/rojo y anticlerical, al que no le quitan calles, sino que se las ponen. A Jardiel no, qué va, y quizás se deba a que en «Amor se escribe sin hache» escribe sin pudor feminista:

«Es un hombre guapo. Pero después de habérselo concedido todo, conviene negárselo todo también. Para que esto le excite y le exalte. Y para que se vuelva loco por mí, y me desee, y me busque, y empiece a ser mi esclavo. Y conviene decirle que no nos veremos ya más para que él haga por verme a todas horas». Pues eso. En estas andamos desde 1929. Y se acabó Cataluña y Tívoli, colorín, colorado. Y además no soy guapo. No hay problema.

Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza.

Mobusi