27 de febrero de 2005
Ha muerto Peter Benenson.
Ha muerto el bogado que fundó Amnistía Internacional después de publicar el 28 de mayo de 1961 un manifiesto en la portada del dominical británico "The Observer" para denunciar que se hubiera encarcelado a varios estudiantes por brindar por la libertad en un café de Lisboa. Y he leído los obituarios, besamanos y glosas sobre su vida y todas ellas ocultan que era católico, que el fundador de la más prestigiosa ONG de derechos humanos era un católico devoto, según se puede leer en las páginas Amnistía Internacional. Y no un católico de boquilla, como lo pueda ser un servidor, sino un católico practicante que cuando dejó la organización en lo más alto del prestigio internacional, se retiró a rezar y a seguir trabajando por los derechos humanos y por el prójimo. Pero no lo dicen. Callan. Deben de estar esperando a que aparezca un cura más de ese 0,01% que son pederastas. Y salvo el periódico El Mundo, nadie se ha referido al asesinato hace unos días de la monja católica Dorothy Stang en el estado brasileño de Pará, acribillada por unos pistoleros contratados por las empresas madereras y latifundistas para acallar su voz que pedía tierras para los campesinos. No les interesa. Les mola más esperar a que la Iglesia se refiera al matrimonio homosexual, para criticarla, cuando es sabido que la que cuida de los homosexuales con SIDA en el tercer mundo es la misma Iglesia porque los demás no quieren saber nada. Huyen.