Antonio F. Marín: Entre copas

29 de marzo de 2005

Entre copas

Acabo de ver “Entre copas”, la última película de Alexander Payne, un director que rueda al estilo europeo en Estados Unidos sin ser Woody Allen y al que conocí por la corrosiva “A propósito de Schmidt”. Y me ha gustado la peli porque nos presenta a dos cuarentones fracasados que se reúnen para celebrar la despedida de soltero de uno de ellos, el vitalista (vividor), porque el otro es un irredento e inmaduro pesimista depresivo que sigue colgado de su ex mujer. Este es el planteamiento. Pero hay más, porque también nos cuenta las andanzas y atribulaciones de dos tipos comunes como nosotros mismos o como nuestros vecinos de escalera, pero sin crueldad. Los tipos son patéticos pero él no se recrea en el retrato y la caricatura que dibuja es muy humana para
profundizar sin pedantería en el drama de la incomunicación, el amor, el desamor, el miedo al amor, el fracaso, el riesgo de amar, el sexo por el sexo, el fracaso profesional, el amor otra vez y el desamor de nuevo. Como la vida misma. Son cinco días antes de la boda en los que el optimista e inmaduro (uno de esos que siempre dicen aquello tan original de que “la vida es muy corta y hay que vivirla”), se deja llevar por ella, la vive y se casa con una mujer millonaria que no quiere, con la novia de siempre, mientras que el pesimista al final nos deja un cierto regusto a la esperanza pues se rebela contra su suerte y parece que consigue, por lo menos, llamar a la puerta del amor y esperar que ella le abra. Que parece que si le va a abrir. ¿De la dirección técnica? Pues no sé, porque no me he fijado. A Payne quizás le ocurra como a los buenos árbitros, que pasan desapercibidos hasta el final de la película. Y sin meter en ella a un transexual o a un cura pederasta, como se hace en el cine español, lo cual que tiene mucho mérito.
Pos Después.- Algunas críticas feministas han escrito que en esta película que las que salen mejor paradas son las chicas pues son sensatas, inteligentes y maduras. Es cierto. En la película, porque en la vida real ya quisiera uno encontrar mujeres como ellas. No existen. Son ficción.

Mobusi