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En un colegio de EEUU (cómo no) han prohibido a los alumnos que lleven etiquetas en las ropas, porque la directora dice que así los niños rinden más al no estar preocupados por al “estatus” social que ocupan cada uno. En eso tiene razón, aunque cuando los niños salgan del colegio y pisen la calle verán que su “estatus” sigue siendo el mismo y que su padre no tiene el coche que tiene el vecino. Uno cree que eso de las marcas es una estupidez porque lo importante es que la lana sea virgen y no la marca que luzca esa lana. Pero también comprendo a aquellos que se gastan una pasta en una ropa con etiqueta para poder lucirla, como también comprendo que haya gente que se la gaste en comprar libros antiguos o cuadros raros. Son gustos, vicios o como se quiera llamar. Y si nos ponemos a quitar etiquetas a las prendas también tendríamos que quitárselas a los coches, a los vinos de Rioja, a los quesos manchegos, a los melocotones de Cieza y hasta a los pintores o escritores pues su firma es su marca, su marchamo de calidad que te sirve para orientarte y fiarte de lo que hasta ese momento no te ha defraudado. Así que uno, que es un tanto anormal (me lo tienen dicho mis ex-novias y mi ex- jefes), busca la calidad y no la marca que lleva la ropa que se pone, pero también se pirra por la mujer enjoyada y vestida con las mejores ropas, con las más caras y con las que llevan marca. Y además amo a los animales, pero me vuelven loco las mujeres desnudas con pieles caras. Soy un fetichista. Y un hipócrita.