Antonio F. Marín: Síndrome de Jerusalén

7 de octubre de 2005

Síndrome de Jerusalén

Dice Umbral que Zapatero es un gobernante indeciso, inmaduro, rectificativo, inseguro y un poco tonto. No, no es tonto. Es un muchacho que ha sentido la llamada para realizar la labor salvífica de la humanidad. Un redentor. Es un salvapatrias universal. Dicen que muchos peregrinos que acuden a Jerusalén y pasean por los lugares sagrados o por la vía Dolorosa de la foto, tienen que ser ingresados en el psiquiátrico al creerse Jesucristo. Y el de Jerusalén está lleno de ellos que padecen el “síndrome de Jerusalén”. No son malos, tontos o ineptos; sólo son locos sentimentales trastornados que han perdido el juicio, como el Quijote, y se creen que son el nuevo Mesías o que tienen contacto personal con él. Y tal cual debe de ocurrir en la Moncloa pues el que entra en ella pierde el juicio, la perspectiva y el sentido del ridículo. Y si Aznar quería pilotar con Bush el nuevo orden mundial, Zapatero quiere salvar a la humanidad de todos sus males, incluida la pobreza, el terrorismo y la reivindicación independentista del nacionalismo. Él solo se ha metido en el charco, “aceptaré cualquier estatuto que salga del Parlamento catalán”, aunque al final la
culpa será de Aznar. Al tiempo. La revista del socialista Alfonso Guerra dice que el Estatuto “no lleva a ninguna parte” y añade que ahora “¡a ver quién arregla este lío!”. Pues nadie, me temo, porque ayer contaba Raúl del Pozo que Zapatero le había confesado en los pasillos del Congreso que el Estatuto era bueno porque el mismo día que se aprobó subió la bolsa, se registró la mayor bajada del paro y aumentó la matriculación de coches. Y como la Bolsa lleva un año subiendo y los datos de la venta de coches y de desempleo se contabilizan mes a mes, suponemos que todos los ciudadanos supieron un mes antes que se iba a aprobar el Estatuto y acudieron en tropel a contratar desempleados y a comprar coches, porque ya sabían, ya digo, que un mes después se iba a aprobar el Estatuto. Una información privilegiada porque se aprobó por los pelos la noche anterior mediante un acuerdo de última hora. Pero Zapatero no es tonto, ni inepto, ni malo. Es un iluminado quijote de León que ha peregrinado a Jerusalén, digo a la Moncloa.

Mobusi