Eres mala. Muy mala. Me has dicho que te acompañe al banco porque quieres tratar sobre no sé qué crédito que has pedido. Y te has sentado de perfil dándome a mí la cara, aunque mires a la empleada del banco. Parece que atiendes a lo que ella dice, pero me miras a mí, aunque no me mires. Aunque a mí no me des la cara. Porque me la das. La miras a ella, pero me miras a mí. Te gusta provocarme en lugares públicos ofreciéndome lo mejor de ti, porque eres una chica desinhibida que no tiene ningún recato en ningún sitio. Aunque ese cruce de piernas ‘upskirt’ con el que te me insinúas sólo esté dedicado a mí, me consta, porque sólo yo puedo verlo. Te gusta provocarme, saber que se me pone dura cuando tú quieres y donde tú quieres porque eso te excita pues según me has dicho, te evidencia el poder que tienes sobre mí; el poder de ponérmela dura cuando tú quires, como quieres y donde quieres. Eres mala. pero te adoro. Porque a mí también me pone saber que tú puedes excitarme cuando a ti te dé la gana y en los lugares más insospechados, como en este banco, donde no me miras, pero me miras. Aunque ahora voy a levantarme y acudir a los aseos, porque no puedo más. Ahora vuelvo.