Antonio F. Marín: Un polvo y mucho hablar

14 de febrero de 2006

Un polvo y mucho hablar

Un polvo te asegura una semana de verborrea, de ser muy locuaz, según los estudios realizados por el psicólogo inglés, Stuart Brody, de la Universidad de Paisley en Gran Bretaña, que a falta de otras investigaciones de más envergadura y proscenio, se entretiene con estas cosas. No sé, porque cuando los hombres miramos un culo como el de Tawnee Stone de la foto de arriba solemos hablar poco y nos quedamos en trace contemplativo. Puro misticismo. Pero es probable que ese estudio tenga muchos visos de ser veraz, de tener consistencia científica, porque es sabido que los hombres, cuando consiguen por fin follar, no paran de hablar y lo cuentan. E incluso recorren miles de kilómetros para contárselo a los amigos. Aunque llueva o nieve. Y por los codos, y con detalles minuto a minuto. Una retransmisión, en diferido, vamos. Sin embargo en la
mujer no es así, se equivoca el estudio, porque las mujeres hablan mucho, muchísimo, no paran, y sin embargo follan poco y mal. No gastan de eso. Pero que un polvo te vuelva verboso da miedo, porque encima de que ellas suelen hablar por los codos sin necesidad de acicate alguno, si follan lo mismo se lanzan, se acentúa su labia y se vuelven excesivamente grandilocuentes. Así que cuando se pongan mimosas, habrá que pararlas, lo siento cariño, pero es que luego te pones muy pesada. Es por tu bien. Porque hay algunas que no sólo que hablan después, sino que también hablan en el momento del trance, del forneció, y te cuentan cosas rarísimas y peregrinas como que al techo le hace falta una mano de pintura. O que va a ahorrar para hacer un viaje. O que ha subido mucho el Índice de Precios al Consumo. Son raras y maniáticas y hablan mucho y follan poco; todo lo contrario de los hombres que hablan mucho y también follan poco.

Mobusi