Aquellos individuos eran dos fascistas que quisieron agredir a un ministro democrático que ejercía libremente su derecho a manifestarse (según Rubalcaba y Pepiño Blanco). Y para salvaguardar su integridad ministerial los policías se vieron forzados a cumplir con su deber y protegieron al ministro socialista como se hace en todos los países de Europa. Y luego le dejaron a los fascistas que lo agredieron una tarjeta de visita en su casa para que acudieran libremente a declarar, si eran tan amables y cumplían con su deber cívico de acudir a la comisaría. Todo muy limpio. Muy Netol y todo eso, según nos dijeron los listos y licenciados de la Policía del Pensamiento. Hoy sabemos, gracias a la Justicia, que aquello fue una persecución política contra dos ciudadanos militantes del partido adversario para desacreditar las manifestaciones contra el Gobierno. Unos ciudadanos a los que se quiso
detener, por primera vez en la democracia, sirviéndose de la mentira de los policías, la falsificación de informes, las coacciones, el cese de los que se oponían a la ilegalidad y las influencias sectarias del fiscal del Estado. Tela. Lo bueno de todo esto es que a partir de ahora los policías se lo pensaran muy mucho cuando reciban órdenes que incurran en alguna ilegalidad porque a ellos, como con los militares, ya no les vale la excusa de la obediencia debida al político que manda, sino la legalidad constitucional vigente. Ha dimitido el delegado del Gobierno, pero eso es poco. Si hubiera sido al revés y los detenidos hubiera sido militantes socialistas, la tropa sectaria y cerril estaría aún apedreando las sedes del PP y llamando fascistas a los que salieran de ella. Y el asunto es grave, porque que llamen a la puerta de tu casa y que no sea el lechero, sino la policía que viene a detenerte porque un político quiere detenciones y “las tendrá”, es grave, muy grave. Y encima la policía no era la de la foto arriba con la que sería un placer dejarse detener, sino dos policías chusqueros al mando de un político chusquero y por imposición de un ministro chusquero que fue nombrado por un presidente chusquero. Aviados vamos con tanta política chusquera.