Cada uno tiene sus manías, sus vicios y sus gustos, y estoy seguro de que la mayor parte de los tíos y tías te miran el trébol de cuatro hojas. O tus muslos. O tu coñito que se adivina a través de la tela. O el ombligo que muestras junto al trébol.
Y habrá incluso algún poeta que se fije en tus ojos. Tiene que haber gente pa’ to’. Pero yo no soy poeta y te miro y fotografío esos hermosos pezones oscuros. Soy un vicioso. Un pajillero vicioso. Y los hay más raros aún que se afilian a los partidos.