Antonio F. Marín: Mear con rectitud

26 de septiembre de 2006

Mear con rectitud

Iba comentar que en este país de chichinabo unos enmascarados se han subido a un tribuna y han disparado unos tiritos al aire para amenazarnos como en los mejores tiempos de los pistoleros borrachos del Oeste americano. “Dodge, ciudad sin ley”, creo recordar. Iba a comentar todo esto, y más, pero he descubierto que vivo sin vivir en mí y de sentimiento me muero, porque acabo de descubrir que al mear el chorrito se me va para un lado. Cosas de la edad, me dirán. Pues no, porque un servidor siempre se ha ufanado de mear muy recto. Me lo comentaron en el colegio: hijo, tú mea recto y llevarás una vida de honorabilidad y prosperidad. Eso me dijo el director del instituto antes de expulsarme por mearme encima de sus zapatos. Es que a mí me gusta mear sin
manos que tiene más mérito, le dije yo para excusarme y sin que él hiciera caso a mi alegato de defensa pues persistió en la expulsión por mearle sus zapatos cuando se sitúo a mi lado
en los urinarios. Pero si son del mercadillo de los miércoles, le refuté yo a mi madre para tratar de minusvalorar el hecho de mi desviada meada. Da igual, está muy feo eso de mearse en los zapatos del director de tu instituto. Y me castigó. No atendió a mis razones de que a mí me gusta mear mirando al tendido, es decir, sin sujetarla con las manos que tiene más merecimiento y además evita mancharte las manos. Es por higiene.

Y por eso siempre le he pedido a las novias que me hicieran el favor y en caso de no contar con su anuencia, se lo he solicitado a sus madres que siempre, siempre, se han portado muy bien conmigo y me han ayudado a mear. ¿No crees que ya eres mayorcito y que puedes sacártela tu solo?, me solían reprochar algunas de ellas. Tienes que crecer porque ya no estás en la infancia, me afeaban mientras me la cogían y apuntaban. Sí, pero es que la infancia es la patria, según decía Rilke, y yo soy muy patriota. No coló. Pero es que ellas no saben lo arduo y complicado que es apuntar a la taza sin cogértela. Y por qué no te la coges, me preguntó a mí una novia que había estudiado filosofía y letras y le busca siempre el pespunte a todo. Porque entonces no me la coges tú, lista, le dije yo con mi proverbial agilidad metafísica. Pues vaya. Es que las mujeres lo tienen muy fácil, como se ve en la foto de arriba. Llegan, se agachan y mean sin tener que apuntar porque el chorrito les sale ya apuntado y con dirección de tiro. Por eso a mí me gusta que las novias me la saquen para mear, decía, lo que pasa es que ellas son muy tiquismiquis y te dicen que nones, que la pilila te la saque tu madre, cuando tu madre obviamente ya no te la saca porque ellas te la están sacando desde que eres chico y ya no quieren. La pilila que te la saque tu novia, hijo, que para eso cobra. Pues vaya. Unas por otras y la pilila sin barrer. Ni tan siquiera son solidarias entre ellas. No tienen solidaridad “de género”.

Mobusi