19 de octubre de 2006
Pelillos a la mar
El fiscal general a las órdenes del gobierno de Zapatero del Tinell, usted me manda, señorito, ha declarado que la justicia no está para favorecer ni detener procesos políticos, que es precisamente lo que acaba de declarar Bush antes de firmar una ley que casi legaliza la tortura. A él la justicia tampoco le detiene sus procesos políticos. Chulo que es uno. Y también hemos leído eso otro que dicen los listos de aplicar la ley “con arreglo a la realidad social del tiempo en el que ha de ser aplicada” que es también la excusa que aducía Margaret Teacher, por ejemplo, cuando
les molestaba que la justicia interfiriera en sus planes. Pero todo esto es normal en esta España de Zapatero y chichinabo en la que ya se persigue hasta el Defensor del Pueblo. Nadie está a salvo. Ni aunque te escondas debajo de la cama o representes a una institución como el Defensor del Pueblo o el Poder Judicial. El tonto arrambla con todo lo que se interponga en su triunfal camino hacia el matasuegras. Es la norma, porque hace unos días unos muchachos armados con piedras y palos suspendieron en Barcelona una cumbre europea de ministros de países que se supone que son civilizados, después de que los políticos de izquierda se rajaran y accedieran sumisos y consentidores a la suspensión para no crear problemas. Prefieren mirar para otro lado mientras los niños hacen de las suyas sin control ni autoridad reconocida. Así que si unos niñatos con palos y piedras pueden suspender una cumbre de ministros, no quiero ni pensar que estarán negociando y cediendo con los terroristas asesinos de niños que no tiran piedras por la calle, sino que enarbolan pistolas y bombas y que han asesinado a más de 800 personas. Si aplicamos la regla de tres es para echarse a temblar. ¿Los 800 muertos? Pelillos a la mar.