Juan Ortega Ibáñez es un paisano murciano de Algezares que ha leído mi libro Azul y sombra y lo ha alabado, sin conocerme, que ya tiene mérito. Juan ha abierto su blog “Escritos al viento”, en el que se pregunta por la muerte, por la “muerte pelá”, según dicen los niños de Cieza, mi pueblo, en una acertada metáfora ante la evidencia de que la muerte sólo deja calaveras pelás como tarjeta de visita. Juan se pregunta cómo será la muerte y todas esas cuestiones que se suelen hacer las personas mientras hacen la digestión. Y todos aquéllos que piensan y razonan, porque los animales andan más entretenidos en cagar, comer, dormir y follar que es lo suyo y huyen mucho de la metafísica. El hombre inteligente se pregunta por la muerte porque aunque no seas Woody Allen, es una cuestión que se suelen hacer
todos los animales racionales, ya digo, que no se dedican a vivir como animales. Yo creo que de la muerte nadie sabe nada porque cuando llega no estás vivo y no eres consciente de ella, a no ser que te caigas de un décimo piso, por ejemplo, y entonces si eres consciente de que te vas a morir, pero entonces, si sabes que te vas a morir, lo que te preocupa no es palmarla sino saber cómo se van a gastar el dinero de tu herencia los hijoputas de tus hijos y tus nueras, etcétera, que son cuestiones de más enjundia y proscenio que la muerte misma. En cualquier caso yo creo que la muerte no es esa señora de velo negro y rostro cadavérico que suelen dibujar en la películas que ve Zapatero, sino una tía buena como la de la foto de arriba que te anima a follar con ella y que te hace olvidarte de los hijoputas de los hijos y las nueras, de la puta de tu mujer, del cabrón de tu marido y de los cerdos de los compañeros de trabajo. Una tía buena que te lleva de la mano a un paraíso en el que, por fin, podrás encontrar una mujer que no sea de esas tan raras que te preguntan en qué piensas cuando tú estás pensando en el culo de su mejor amiga. Y te obligan a mentir. Lo hacen adrede. Son malas, perversas y depravadas que lo hacen aposta para que mientas y poder así acusarte de que rompes la sinceridad en la pareja y todo eso que suelen decir ellas antes de que les duela la cabeza.
todos los animales racionales, ya digo, que no se dedican a vivir como animales. Yo creo que de la muerte nadie sabe nada porque cuando llega no estás vivo y no eres consciente de ella, a no ser que te caigas de un décimo piso, por ejemplo, y entonces si eres consciente de que te vas a morir, pero entonces, si sabes que te vas a morir, lo que te preocupa no es palmarla sino saber cómo se van a gastar el dinero de tu herencia los hijoputas de tus hijos y tus nueras, etcétera, que son cuestiones de más enjundia y proscenio que la muerte misma. En cualquier caso yo creo que la muerte no es esa señora de velo negro y rostro cadavérico que suelen dibujar en la películas que ve Zapatero, sino una tía buena como la de la foto de arriba que te anima a follar con ella y que te hace olvidarte de los hijoputas de los hijos y las nueras, de la puta de tu mujer, del cabrón de tu marido y de los cerdos de los compañeros de trabajo. Una tía buena que te lleva de la mano a un paraíso en el que, por fin, podrás encontrar una mujer que no sea de esas tan raras que te preguntan en qué piensas cuando tú estás pensando en el culo de su mejor amiga. Y te obligan a mentir. Lo hacen adrede. Son malas, perversas y depravadas que lo hacen aposta para que mientas y poder así acusarte de que rompes la sinceridad en la pareja y todo eso que suelen decir ellas antes de que les duela la cabeza.