mientras yo hacía votos para que no la encontrara. Y rezaba incluso, “que no la encuentre, que no la encuentre”, mientras le miraba los preciosos pechitos que se movían danzarines bajo su blusa. “Que no la encuentre, que no la encuentre”, rezaba yo una y otra vez mientras la tranquilizaba para que no se precipitara porque lo que es menester es que haya salud para todos y que hagas bien tu trabajo. Y no te apures porque no hay prisa. Ninguna. Ya, pero es que hay cola, decía ella inquieta. Qué va, lo de las colas hay que valorarlo en su justa medida, le replicaba yo para redimirla, porque colas haberlas haylas en todas las familias y lo que es menester es que hagas bien tu trabajo para que te renueven el contrato y que tu novio esté orgulloso de ti. Y ella asentía y seguía pinchando. Me pincho en todas las venas de todos los brazos y casi llego a ofrecerle las de las piernas por razones de racionalización del trabajo. Y de obvia perspectiva, claro. Aunque al final dio con la tecla, digo con la vena y se acabó el festival porque se levantó y echó el telón al espectáculo. Estuve a punto de aplaudirle, por si hacia un bis. Pero me reprimí.
7 de noviembre de 2006
Downblouse sangriento
El otro día fui a sacarme sangre a Murcia y di con una enfermera que mientras me trajinaba en el brazo me ofreció un delicioso downblouse cuando se agachaba para pincharme con unas espléndidas vistas de sus pechitos y sus pezones grandes y duros. Un downblouse de arte mayor u Octava Italia, de muy alta consideración. Un genuino y ortodoxo downblouse como el de la foto de arriba, sin las desviaciones de otros downblouse que se han salido de la suma teológica. No sé porque sería (supongo que por falta de experiencia), pero la chica se puso nerviosa y no me encontraba la vena. Y como uno es un paciente ejemplar la tranquilizaba para que no se apurara: Tú no te preocupes por la vena porque lo importante es que estés tranquila. No hay prisa. Ninguna. Tómate todo el tiempo que quieras, porque si todas las enfermeras fueran como tú yo me hacía donante de sangre. Y ella que no encontraba la vena
mientras yo hacía votos para que no la encontrara. Y rezaba incluso, “que no la encuentre, que no la encuentre”, mientras le miraba los preciosos pechitos que se movían danzarines bajo su blusa. “Que no la encuentre, que no la encuentre”, rezaba yo una y otra vez mientras la tranquilizaba para que no se precipitara porque lo que es menester es que haya salud para todos y que hagas bien tu trabajo. Y no te apures porque no hay prisa. Ninguna. Ya, pero es que hay cola, decía ella inquieta. Qué va, lo de las colas hay que valorarlo en su justa medida, le replicaba yo para redimirla, porque colas haberlas haylas en todas las familias y lo que es menester es que hagas bien tu trabajo para que te renueven el contrato y que tu novio esté orgulloso de ti. Y ella asentía y seguía pinchando. Me pincho en todas las venas de todos los brazos y casi llego a ofrecerle las de las piernas por razones de racionalización del trabajo. Y de obvia perspectiva, claro. Aunque al final dio con la tecla, digo con la vena y se acabó el festival porque se levantó y echó el telón al espectáculo. Estuve a punto de aplaudirle, por si hacia un bis. Pero me reprimí.
mientras yo hacía votos para que no la encontrara. Y rezaba incluso, “que no la encuentre, que no la encuentre”, mientras le miraba los preciosos pechitos que se movían danzarines bajo su blusa. “Que no la encuentre, que no la encuentre”, rezaba yo una y otra vez mientras la tranquilizaba para que no se precipitara porque lo que es menester es que haya salud para todos y que hagas bien tu trabajo. Y no te apures porque no hay prisa. Ninguna. Ya, pero es que hay cola, decía ella inquieta. Qué va, lo de las colas hay que valorarlo en su justa medida, le replicaba yo para redimirla, porque colas haberlas haylas en todas las familias y lo que es menester es que hagas bien tu trabajo para que te renueven el contrato y que tu novio esté orgulloso de ti. Y ella asentía y seguía pinchando. Me pincho en todas las venas de todos los brazos y casi llego a ofrecerle las de las piernas por razones de racionalización del trabajo. Y de obvia perspectiva, claro. Aunque al final dio con la tecla, digo con la vena y se acabó el festival porque se levantó y echó el telón al espectáculo. Estuve a punto de aplaudirle, por si hacia un bis. Pero me reprimí.