O si los zagales toman nota de que papá se viste pronto y mamá tarda más porque se tiene que pintar la cara o las uñas. Todo ello puede ocasionar, según Zoe Alameda, que se les transmita unos modelos contradictorios de identidad. Cierto. A mí se me trasmitió ese modelo de discriminación y por eso, afortunadamente, soy fetichista (una opción de libertad sexual más, como otra cualquiera). Y por eso me gustan a rabiar las mujeres con tacones, medias con costuras, ligueros, fajas, corsés, dress, bodys, tedys, rejillas y demás orfebrería textil. Una opción sexual más, ya digo, tan respetable como
los homosexuales, por ejemplo. A no ser que Irene Zoe pretenda encerrar a los fetichistas en el armario y discriminarnos sexualmente.
Porque además su argumento tiene otro escollo y es que los primeros que tardan mucho tiempo en vestirse y que tienen problemas de identidad son los travestis que son los más apasionados admiradores de los tacones, las medias o pintarse las uñas. Quiere decirse que habría que empezar por obligar a los travestis a no ser travestis; es decir, educarlos en la no discriminación para que se vistan sin tacones y sin pintarse los labios con el fin de que dejen de imitar esos estereotipos tan femeninos. Y luego todo lo demás. Y es que se pilla antes a un neci@ que a un cojo.