Antonio F. Marín: Qué hacemos con los travestís

14 de noviembre de 2006

Qué hacemos con los travestís

Irene Zoe Alameda ha escrito un interesante artículo en El País en el que denuncia la discriminación silenciosa entre hombre y mujer. Y uno está de acuerdo en casi todo lo que revela excepto en un particular, pues ella cree que en la familia se educa para la discriminación si, por ejemplo, los niños ven que el hombre lleva zapato cómodo, mientras la mujer camina casi de puntillas debido a los tacones. O si los niños perciben ruido de tacones y el tintineo de collares y pulseras. 

O si los zagales toman nota de que papá se viste pronto y mamá tarda más porque se tiene que pintar la cara o las uñas. Todo ello puede ocasionar, según Zoe Alameda, que se les transmita unos modelos contradictorios de identidad. Cierto. A mí se me trasmitió ese modelo de discriminación y por eso, afortunadamente, soy fetichista (una opción de libertad sexual más, como otra cualquiera). Y por eso me gustan a rabiar las mujeres con tacones, medias con costuras, ligueros, fajas, corsés, dress, bodys, tedys, rejillas y demás orfebrería textil. Una opción sexual más, ya digo, tan respetable como
los homosexuales, por ejemplo. A no ser que Irene Zoe pretenda encerrar a los fetichistas en el armario y discriminarnos sexualmente. 

Porque además su argumento tiene otro escollo y es que los primeros que tardan mucho tiempo en vestirse y que tienen problemas de identidad son los travestis que son los más apasionados admiradores de los tacones, las medias o pintarse las uñas. Quiere decirse que habría que empezar por obligar a los travestis a no ser travestis; es decir, educarlos en la no discriminación para que se vistan sin tacones y sin pintarse los labios con el fin de que dejen de imitar esos estereotipos tan femeninos. Y luego todo lo demás. Y es que se pilla antes a un neci@ que a un cojo.

Mobusi