la circunstancia de que Zapatero permita que los millonarios prensatenientes, como Polanco, paguen menos impuestos al 1% con los fondos Sicav.
Porque estos teólogos “de la liberación” que hacen pasar a Polanco por el ojo de la aguja, por el ojo del camello y por el ojo del culo de lo que se preste y convenga, callan también que el Gobierno amasa en caja un superávit público de miles de millones, mientras el 20% necesita la atención de curas como los de la parroquia de Entrevías. O que la banca gana más dinero que nunca. Están calladitos pues se conoce que su millonario amo Polanco les ha dicho que si quieren seguir publicando en su periódico, así están más guapos, mucho más guapetones. A mí estos tíos me dan repelús, ya digo, porque la asco es libre y porque para acercarme a Dios necesito seriedad, el barroco y Juan Sebastián Bach, en vez del Papa en plan enrollado y yeyé. Así que uno comprende la postura de los curas de la parroquia de Entrevías, y la apoya, pero también les hace ver que los curas que quieren vivir como Jesucristo, de hace 2.000 años, sin ser Jesucristo, ya fueron retratados inmisericorde por Luis Buñuel en la película Nazarin. Y fue cruel. Por ridículos. Y también les conviene recordar que si ellos basan su actitud en la necesidad de trabajar con los pobres pueden caer en el pecado de la vanidad pues no son ellos los únicos que lo hacen (yo conozco a muchos en todas las parroquias), y creerse imprescindibles va contra todo mandamiento cristiano y sobre todo, del sentido común, pues los cementerios están llenos de vanidosos que se creían imprescindibles.
Pero volviendo a las formas, creo recordar que la Scala de Milán ha decidido recuperar el traje de etiqueta para acudir a la ópera, y a mí me parece fabuloso porque la etiqueta más allá de cierta elegancia, lo que hace es que impone el silencio, la corrección e impide que la gente se comporte como si llevara vaqueros y zapatillas que están muy bien para acudir a una audiencia con Zapatero, pero no pega para otras cosas más serias. En la Iglesia tal para cual. El Concilio Vaticano II abrió la mano en las formas (afortunadamente), pero se pasó en otras decisiones como sustituir el gregoriano y a Bach por las guitarritas de los jóvenes apostólicos y romanos con vaqueros y buen rollito. Uno prefiere incluso escuchar a E Nomine, que es un grupo de rock alemán que hace algo parecido al rock gregoriano (se puede escuchar en la barra de abajo dándole al “play” de la izquierda), que a la agrupación “Viva la gente” de jóvenes comprometidos con la parroquia yeyé que en vez de ilustrar el Cristo de Velázquez o del Greco, prefieren los graffitis callejeros, como ya han hecho, al pintar la fachada y el interior de la iglesia. Afortunadamente esta parroquia no tiene interés histórico artístico, porque estos tíos son capaces de pintarrajear una iglesia gótica o románica. Yo prefiero los frescos de Miguel Ángel a los frescos de los grafiteros a los que probablemente Jesucristo hubiera echado del templo. Por horteras. Y por marranos. Es cuestión de buen gusto y parece que por la parroquia de Entrevías de buen gusto andan cortitos y en vez de alcanzar la excelencia, la educación y la cultura del arte para todos los pobres, lo que buscan es que todos ellos sean paletos. Allá ellos, decía; allá esta gente yeyé y “superstar” que se acoge al Jesús revolucionario de los pobres y se olvida adrede del Jesús conservador que no vino a abolir las leyes, “sino a darles cumplimiento”. O que censuraba duramente el divorcio, salvo caso de adulterio (Mt 19,3-9, Mt 5,31, Mc 10,2-12 y Lc 16,18). Así que entre los obispones intransigentes y los curas yeyés e intransigentes, entre unos y otros, decía, la Iglesia está sin barrer. Y lo mejor es que el Maestro no resucite, porque a lo peor se vuelve a la tumba, antes de que le pintan bigotes como a la Mona lisa, que ya sabemos que tiene mucho arte.