Antonio F. Marín: El espermatozoide de Hitler

2 de mayo de 2007

El espermatozoide de Hitler

Manuel Vincet se sentó el otro día en la taza del váter de El País y se puso a pensar pues es sabido que en esa tesitura se han escrito las mejores páginas de la filosofía y se han alcanzado grandes hitos en el discurrir metafísico (véase mi foto de la derecha y se podrá calibrar en su justa medida el alcance de esa postura). Así que dicho y hecho y sin correr ningún trecho, se le hizo la luz y nos reveló su erudita sapiencia: “Cuando sólo se es un espermatozoide”, escribe, “ y hay que entablar una lucha agónica contra millones de competidores para alcanzar el óvulo entre
penalidades, viene Ratzinger, el teólogo rompeguitarras, y le dice a ese espermatozoide que encima puede ser condenado al fuego eterno. Por favor, un poco de piedad”, concluye el “rompeplumas” al que yo creía más sagaz, la verdad, porque de todo ese sonajero chistoso muy propio de alumnos de 2º de ESO, se puede colegir que Hitler también fue un espermatozoide, el pobre, que lucho por fecundar el ovulo entre penalidades y juzgarlo hubiera sido un acto de impiedad. Pobrecico. Y es que cada día estoy más convencido de que la gente es tan tonta como parece. Me había hecho ilusiones de que no, de que son impresiones mías, de que es imposible que haya tanto melón y de que Dios es un ser piadoso que ha creado un mundo con equilibrio entre espermatozoides normales y los lelos. Sin abusar. Pero ahora comprendo que Dios es cruel porque el infierno existe y es un espantoso lugar en el que no hay fuego, ni demonios, pero donde te ves rodeado de tontos. Eternamente.

Mobusi