Antonio F. Marín: El periodista-motorista

10 de mayo de 2007

El periodista-motorista

Habíamos quedado en que la verdad es la verdad la diga Agamenón, Conthe o su porquero; la diga hoy, ayer o mañana porque la verdad no tiene fecha de caducidad, como los yogures, aunque Carme Chacón (esa chica “sloane square” de Alcobendas), así lo crea, manifieste y diga creyendo que todos somos de la misma estofa que sus novios. Porque el Gobierno quería quitarse de encima a un banquero privado que no era de los suyos y que había expulsado de su empresa a un amiguito de Zapatero (republicanismo cívico, ya se sabe), y para tal hazaña consigue un dossier de un presunto delito de ese presidente y recurre a un periodista de la cadena de Ser que oficia de
motorista mamporrero para presentar la denuncia. Al día siguiente la artillería de la fábrica Prisa aprieta con eso tan manido de “la fiscalía investiga" (su propia denuncia). El grupo periodístico gubernamental “El País de su amo” (qué boda sin la tía Juana), dice que no es cierto, que sólo quería contrastar la información que el periodista había redactado por lo que se fue a la casa del responsable de juzgar el caso para preguntarle si iba a investigarlo y como éste le dijo que no podía investigar si no había denuncia, no hay problema, él mismo presenta la denuncia para que al día siguiente su periódico puede titular en primera página eso tan usual de “la CNMV investiga”. Porque si la CNMV no investiga no hay titular y para que pueda haberlo tiene que haber denuncia, pero como no hay denuncia hay que fabricar el denunciante, dicho y hecho. No hay más ciego que el que cree que los demás no vemos lo que ocurre en la playa. Todo un ejemplar comportamiento que se debe de estudiar en el máster de periodismo de El País, ya digo, y que probablemente reciba el Premio Ortega y Gasset como evidente muestra de la España eviterna del cacique matón que usa la prensa para quitarse de en medio a los que no les gusta; la España de la democracia deliberativa de Zapatero, de la mamandurria y la conchabanza; la España bufa que gusta al caciquismo progre y paleto que da golpes en la mesa y dice: “usted no sabe con quién está hablando” mientras se coge la entrepierna y añade que no hay “cojones para negarle a él una televisión privada”. La España paleta que quiere dar lecciones de ética y pretende pasar por fina por medio de sus millones, mientras lleva palominos en los calzoncillos y en los titulares de marca. Ni Valle Inclán, oye.

Mobusi