Antonio F. Marín: Bergman y la muerte

1 de agosto de 2007

Bergman y la muerte

Ha muerto Ingmar Bergman, uno de los directores de cine “más serios”, junto a Dreyer o Robert Bresson. El cine serio que te hace pensar y divertir, porque algunos tenemos el defecto que nos divertimos pensando, mientras otros se entretienen hocicando en la vida de los famosos. Fue el director que más ha inspirado a Woody Allen, aunque no lo parezca, pues el americano llegó incluso a imitarlo en "La comedia sexual de una noche de verano" ("Sonrisas de una noche de verano") o en "Desmontando a Harry" ("Fresas salvajes").

Tengo guardadas las películas “Fresas salvajes”, “Como en un espejo”, “El séptimo sello”, “El silencio”, “Los comulgantes” y “El manantial de la doncella”. Las demás películas, como Fany y Alexander o Gritos y susurros, más populares, a mí no me dicen nada. Las otras, las que guardo, son depresivas, es cierto, te hacen pensar, pero te presentan la realidad de la vida tal cual es, sin
edulcorantes. Más natural.

Y después de verlas te llenan de confianza porque todas estas que digo, incluida el Séptimo sello, dejan un lugar para la esperanza. Ha sido un director ateo, pero paradójicamente ha sido el que mejor ha tratado a los creyentes, porque era un tipo inteligente y no necesitaba demostrar nada, como Zapatero, por ejemplo, un medianías que quiere conseguir prestigio y pasar por moderno (Larra), comiéndose a los curas en plan decimonónico y asegurando que no existe Dios porque eso se sabe en París de muy buena tinta (Larra otra vez)

“Dios es el amor que llena el frío universo”, dice uno de los personajes de "Como en un espejo". “Tú lo viste señor; viste la muerte de una niña inocente y mi venganza, y tú lo has consentido", dice otro personaje. "No te entiendo, no te comprendo, pero te pido que me perdones”, añade el protagonista de “El manantial de la doncella”. Bergman era ateo, pero quería creer. Como muchos de sus personajes.

Mobusi