El Congreso de Estados Unidos ha autorizado a Bush para que pueda espiar sin autorización judicial las conversaciones telefónica o los correos, lo que supone un ataque a los principios más elementales del ser humano y una cubanización de la vida americana, para que luego anden jactándose de ser ejemplo para el mundo; un mundo bufo tan desquiciado en el que un petulante tipo que se ufana de que los suyos son los buenos y los demás son los malos, el señor Peces Barba, se ha comparado con Azaña y Fernando de los Ríos porque un cura está haciendo una tesis
doctoral sobre su obra.
¿Qué obra? Este cura es un memo, porque hacer una tesis sobre la “obra” de Peces Barba es tanto como hacerla sobre la halitosis de los paquidermos. Cree don Gregorio (el don va de coña), que es perseguido por la Iglesia y se compara con Azaña. Pobrecico. Perseguido por la Iglesia en el siglo XXI cuando la Iglesia ya no puede ni perseguirse a sí misma y no puede ni con sus propios curas que se le rebelan y organizan un circo y un pan con tortas para dar la comunión en una parroquia rebelde de Entrevías.
Esta cruel Iglesia es la que persigue a don Gregorio Peces Barbas (suponemos que para quemarlo en la hoguera), y debería pedir amparo en la ONU por ser tan perseguido como Azaña, ni más ni menos, y eso que él no ha justificado la quema de iglesias como hizo el otro. Así que aquí tenemos otro personaje bufo de la España castiza tanto o más que el “solitario”; un tipejo del que Antena 3 va rodar una serie para evocar sus atracos de bancos y sus asesinatos de guardias y policías. Todo un personaje que además vivía con su madre, pese a ser ya cuarentón.
Yo es que nunca me he fiado de los tíos cuarentones que aún viven con su madre y por eso he puesto una webcam en mi ordenador para vigilarme. Pero no me extraña que se ruede esta serie, e incluso que algún "prestigioso" cineastas español ruede una película con las peripecias y logros de este “buen salvaje” roussoniano que probablemente habrá sufrido las injusticias de la sociedad, alguna novia no lo habrá querido y se habrá quedado sin trabajo al carecer de una familia estructurada que le evitara a delinquir. Una injusticia, ya digo, de la que todos somos culpables. Y además vivía con su madre.