He leído que los ancianos de 85 años lo hacen dos veces al mes, es decir, cada quince días, es decir, una semana sí y otra no. Una barbaridad. Uno siempre ha querido llegar a viejo para no tener que hacerlo y ahora resulta que incluso a los 85 años lo hacen. La mujeres son crueles y te obligan al chachachá incluso cuando andas ya reumático y con apoplejía. No tienen piedad. Lo bueno de la vejez es que te conviertes en un viejo verde y te places con la contemplación mística de las pollitas de 20 años, de los lolitas que no te incitan al sexo, sino al éxtasis místico de la admiración sin roce, como si se tratara de una obra de arte que ves en el museo. Nadie se folla un cuadro, que yo sepa, y ni tan siquiera lo tocas, ni se te ocurre poner tus zarpas sobre él. Te vale la contemplación de la obra de arte. Con las lolitas pasa lo mismo, pero parece que ni a la vejez viruelas y las otras, las adultas, las prójimas, no te dejan en paz en tu éxtasis contemplativo y quieren obligarte a cumplimentar el reglamento. No te dan descanso ni aunque vayas con bastón. No tienen piedad. Son malas y crueles. No sé si habrá Defensor del Mayor, pero de haberlo tendría que hacer algo.