La chica se llama Saioa Sánchez, o sea, que es más española que Manolete aunque lleve ese nombre, Saioa, que suena a cursi con lacitos, lentejuelas y ribetes. La chica se apellida Sánchez de toda la vida, ya digo, y ha matado a dos guardias civiles en el último atentado de ETA. Lo mismo se podría llamar Sánchez García o Sánchez Martínez, porque se conoce que tiene la fe terrorista del converso, de la española que cuando mata es que mata de verdad. Su padre será un pobre desgraciado inmigrante de Extremadura y ella ahora es más vasca que nadie, con más galones que nadie y nadie
le gana a vascona genuina por la independencia hacia Dios.
Cosas de la educación, ya digo, porque el informe PISA ha revelado que los escolares españoles “sufren el mayor retroceso en Educación de toda Europa” (El País). Y no me extraña. El que siembre mierda recoge pestes y el que siembra “logses” y “lodes” recoge informes Pisa. Uno ya lo dijo hace muchos años cuando se dedicaron a experimentar con los niños, con los “hijos de la Logse” y por aquí nadie se ha hecho responsable del fracaso porque sus promotores (José María Maravall, Javier Solana y Alfredo Pérez Rubalcaba) campan a sus anchas y encima andan perdonándonos la vida.
Un editorial de El país decía el otro día que en los países que recogen mejores resultados educativos, “se respeta el esfuerzo necesario para aprender y hacer aprender muy lejos de las frivolidad e incluso el menosprecio con que se tratan estos temas aquí”. Y lo dice ahora. Tarde, pero bienvenidos al club. Aunque en una democracia normalita los responsables de convertir en analfabetos a toda una generación responderían por ello ante los tribunales, porque los experimentos no sólo hay que hacerlos con gaseosa, sino que con las cosas de comer no se juega. Y han jugado. Y siguen jugando, permitiendo que el próximo curso pasen alumnos con cuatro suspensos.
Se ríen de los informes, de los consejos y de las quejas de los profesores porque quieren jóvenes analfabetos que no sepan interpretar un texto, como les ocurre a los adolescentes españoles de 15 años. No saben interpretar un texto (en su propio idioma) y mucho menos un programa electoral y de ahí su interés por mantenerlos en el analfabetismo. El hombre nuevo nos ha venido y todo sabemos cómo ha sido.