El Tribunal Supremo de Estados Unidos ha autorizado que se siga matando a los seres humanos con inyección letal. Lo triste es que no se trataba de revisar la pena de muerte, sino de ver si esa inyección era inhumana pues se habían dado casos de condenados que tardaban más de 30 minutos en morir retorciéndose de dolor. No se trataba de suprimir la pena de muerte, sino de ver si era cruel o no. Y los listos del tribunal ha dictaminado que no, que siga aplicándose esa inyección como si
fueran cerdos en el matadero. Y lo lamentable es que el 70% de la población americana apoya la pena de muerte y que es constitucional, legal, y muy democrática (como la venta libre de armas); tan democráticas que uno las objeta. Aunque sean legales.