Antonio F. Marín: A los pies de Omphalos (CB-2000)

17 de mayo de 2008

A los pies de Omphalos (CB-2000)

Luc contemplaba el círculo de dientes azules, la corona de pequeñas llamas puntiagudas. La tetera que había sacado de la cubeta se le escapó de las manos y se rompió contra el piso embaldosa. Matilde, su asistenta, vino en seguida. Al ver que ese objeto que le gustaba yacía allí, estúpidamente, en pedazos, la furia se apoderó de ella hasta tal punto que se volvió instantáneamente irreconocible. Avanzó hacia Luc
- !Imbécil! -gritó-. Y le dio una bofetada.
Sin duda fue la primera sorprendida de su gesto, pues de inmediato salió de la cocina. Luc permaneció durante unos minutos aturdido, desconcertado, sin reaccionar, casi incrédulo, pero luego el tumulto de la ira tronó y lo invadió. Dejó la cocina golpeando la puerta y, subió a su cuarto, se vistió enfurecido, bajó la escalera de cuatro en cuatro y
salió a la calle.

Vagó por calles y plazas y dudó (…) Pero al rato corrió a emprender el camino que había abandonado. Y volvió a la casa y la vio , la observó con su andar natural, suelto: su bella y virtuosa seguridad. Y su su voluntad se embotó, cayó bajo el embrujo.
Matilde estaba sentada, Leyó con sorpresa en los ojos de Luc que no solamente no tenía nada que hacerse perdonar, sino que era él quien tomaba la iniciativa y volvía, como un culpable arrepentido, a ponerse a sus órdenes. Lo vio encaminarse a la antecámara y regresar con sus zapatillas en la mano.Se arrodilló ante ella.
Así, Luc, se ofrecía por su propia iniciativa, y reconocía los derechos que ella tenía sobre él. Se entregaba a ella. Una oleada de orgullo la recorrió por entero y la elevó, la levantó más allá de sí misma. El gesto de la entrega que acaba de realizar Luc la alzaba por encima de la condición humana. La forma particular que había tomado el amor del joven, esa devoción, ese apego extremo. La veneración con que Luc la rodeaba, la santificaba.
- ¿Me obedecerá? -le preguntó Matilde-. ¿Promete obedecerme, cueste lo que cueste, sea cual sea el favor le que pida? ¿se someterá a mí como su fuera su starets?
- Sí, Matilde.
Y la derrota se había consumando. Pretendió coger la mano de Matilde y llevarla a sus labios, pero la joven se lo impidió. Entonces se prosternó, rozando su falda, pero cuando se disponía a besar su pie, ella lo retiró. Su boca llegó hasta el suelo, permaneció allí unos segundos y beso el parquet a sus pies.
A los pies de Omphalos - Henri Raynal -
Colección La sonrisa vertical - Tusquets Editores.

Mobusi