Rosa Diez ha presentado una proposición en el parlamento para recuperar la autoridad del profesor porque actualmente, la oposición la ejerce ella mientras el PP busca el arca perdida, es decir, el baúl de Karina y de los recuerdos. Y por eso Rosa Diez tiene todo mi respeto; el respeto que no tiene el juez de Barcelona que ha bromeado con el maltrato doméstico preguntándose quién no ha tenido alguna vez ganas de matar a su mujer.
Pues yo. Yo no he tenido nunca ganas de matar a mi mujer, porque no he tenido mujer y porque no he querido matar nunca a nadie, ni a un gato cuando era pequeño. Este juez no tiene mi respeto, como es natural, como tampoco lo tienen los siete magistrados del Tribunal Constitucional que han sentenciado que
cuando el hombre le pega a la mujer tiene que tener mucha más condena que cuando la mujer le paga al hombre. Igualdad, se le llama a eso.
Un criterio igualitario que también tuvieron con los multimillonarios, con los Albertos, al absolverlos por un tecnicismo leguleyo, pese a que se había comprobado que habían robado. Igualdad, ya te digo, porque si consideramos que para corregir la desigualdad machista bastaba con aumentar las penas porque al ser el varón el que más maltrata sería el más castigado, la sentencia del tribunal me da risa, me descojona de risa y me hace mearme de risa sobre la sentencia, sobre los magistrados y sobre la Justicia.
Así que la sentencia y su criterio judicial, me la paso por el forro, es decir, por la punta del bálano prepucial (y del capullo), porque me da risa, me provoca un descojone sin igual y me lleva a creer que la Justicia es España no es que sea un cachondeo, según decía aquel, sino que es una puta mierda. O una gran meada. De risa.