28 de julio de 2008
El "tío del saco" para adultos
Un gilipollas planteaba el sábado en un solemne debate de Tele 5 si alguien se puede o no negar a vender condones. Y digo gilipollas con conocimiento de causa y sin que el tal Jordi pueda considerarlo como un insulto pues no es más que un diagnóstico. Y si no está conforme con él que vaya a pedir una segunda opinión. Está en su derecho, pero en un país en el que abundan máquinas de condones por las calles abiertas las 24 horas
del día y estando ya próximos a los tres millones de parados con una morosidad familiar que sigue en aumento, que el pipiolo nos plantee un debate serio, riguroso y solemne sobre una farmacéutica trasnochada que no quiere vender condones (como a lo mejor no quieres vender Papillas Milú porque no le da la gana), significa que evidentemente es un gilipollas. La farmacéutica y él. Los dos, en comandita y al unísono.
En primera y en segunda opinión. O un cerril sectario que una vez que ha recibido órdenes de la superioridad, nos quiere distraer de lo fundamental que es que el país está hecho una mierda y no hay condón por donde cogerlo. Así que uno cambió a los canales temáticos donde nos volvieron a ofrecer el "El Silencio de los corderos", que cada vez que la visiono me convenzo más de que sólo es apta para soplapollas de esos que van al cine, ven una soplapollez y dicen "qué soplapollante". Un cursiprogre, vamos, y para que vayamos abreviando el expediente.
Una trama convencional basada en las andanzas de una especie del "tío del saco" para adultos que, como es natural, le ha gustado mucho al gremio soplapollante que ha sacado su frase y todo; es decir, su lapidario particular que en este caso es "el silencio de los corderos" que alucina a los soplapollitos que repiten la frase como talismán abracadabrante y estupefaciente.
No hay nada más bufo que imaginarse a Aníbal Lecter maltratando a su mujer, siendo detenido y con una orden de alejamiento. A sus admiradores se le cae el mito al suelo. A mí me da más miedo la foto de la miseria de arriba, por cierto. Mucho miedo, porque el tal Anibal Lécter, es decir, el "tío del saco" para adultos me da risa, la verdad, como me la dan todos esos cineastas y literatos cursiprogres que quieren extraer arte de la comprensión del delicuente, porque desde la parodia de Hitler del genial Charlot en "El gran dictador", ya sabemos que no hay nada más ridículo que la pretenciosa solemnidad del mal.
A mí estos psicópatas por correspondencia, como el Dexter de la Fox, me hacen mucha gracia desde que descubrí cuando era pequeño que el "tío del saco" son los papás.