Antonio F. Marín: Pura Salceda en m@res online

22 de julio de 2008

Pura Salceda en m@res online

Es el título del nuevo libro de poemas que he recibido de Pura Salceda y aunque aún no lo he terminado, he podido comprobar que Pura ha madurado como poeta, que ha pulido aún más su verso y ha alcanzado un punto en el que la metáfora se ha hecho más hermosa, pero más liviana, más clara y por tanto más lírica, menos barroca.

"Preparé una tregua en la víscera al acecho,
una bandera blanca
que permitiese recoger todos nuestros muertos,
enterrar cada crisantemo,
cada recuerdo,
cada sombra que se cobijó en el aullido"

La sencillez de lo cotidiano, de lo frecuente, convertido en bellas imágenes metafóricas únicas,
irrepetibles, inimitables. Y a eso se le ha llamado siempre "poesía".

"Me muerdes,
te muerdo,
te sé,
me aprendes,
te ato,
me sujetas,
te dejo libre

y te quedas".


El libro está editado por Sial/Fugger Poesía y lo recomiendo (encarecidamente). Aquí dejo un poema de los que más me han gustado porque me ha llegado al alma pues casi todos hemos pasado por ese "te odio porque me dueles/de si te has de ir no vuelvas", cuando "mi boca se hizo alambrada y espino" porque "no quedaban más caminos para andarnos".

Perdí toda esperanza de verte
y los días se hicieron herida.
El laberinto abrigaba los colores del destino
a fuerza de olvido y sombras,
de sobrevivir en otra piel
para soportar el duelo de tus ojos.
Luego inventé para ti otros nombres
en un silabario de venganzas;
no hubo pacto para tu ausencia,
mi boca se hizo alambrada y espino.
No quedaban más caminos para andarnos,
sólo tapizaba la hiedra desesperada
los viejos quizás.
A tu vuelta
era yo una muralla de espuelas.
Cada palabra tuya, puñal en mis manos.
cada mirada, sabor a ofensa.
Eran días de luz y desasosiego
de te odio porque me dueles
de si te has de ir, no vuelvas.

Preparé una tregua en la víscera al acecho,
una bandera blanca
que permitiese recoger todos nuestros muertos,
enterrar cada crisantemo.
cada recuerdo,
cada sombra que se cobijó en el aullido.

Y regresaste altivo,
guerrero reclamando lo que es tuyo,
pero ya nada era tuyo, mi capitán.
Nada hubo entre tus manos
mientras yo no quise.

Incrédulo era mi paso,
incrédulas mis tripas,
aunque tu boca entonase
un alto el fuego para reconstruirnos.

Y entonces, no sé cómo
-nunca se sabe cómo-
se deshizo el conjuro precioso
y de mis ojos llovió,
otra vez,
tu nombre.

Pura Salceda
- Ma@ares online - Sial/Fugger Poesía

Mobusi